lunes, 31 de octubre de 2022

"Hombre sobre fondo verde en otoño".

Ayer olía a otoño en el campo y en el alma. Llovió por la mañana, se mojó el asfalto y se mojaron las montañas y los campos que todavía andaban embriagados tras la cosecha. El río corría feliz a través del puente románico a mis pies. A la vuelta me acordé del romance de Curro el Palmo:
 
"Ay, mi amor, sin ti no entiendo el despertar.
Ay, mi amor, sin ti mi cama es ancha.
Ay, mi amor, que me desvela la verdad.
Que entre tú y yo la soledad
Y un manojillo de escarcha".
 
Entonces, en aquellos noviembres, un niño buscaba níscalos con su padre en ese paisaje verde y se imaginaba historias que había visto en las películas y los primeros libros, lugares llenos de letras que le decían tantas cosas al oído, como si hubieran sido escritas tan solo para él. El niño se hizo mayor y escribió cuentos y novelas en busca de la vida hundida en la tierra verde y mojada, embriagada del vino de otoño. Curro, como ya expresaría Quevedo, sigue amando "más allá de la muerte, como polvo enamorado".
 
Ay, mi amor:

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