jueves, 8 de agosto de 2024

"El columpio".


 
Ayer me pegué un trompazo haciendo de Tarzán de los monos en un columpio de un jardín tropical. Rodeado de árboles como el Ombú o Bellasombra, originario del nordeste argentino, Uruguay y sur de Brasil, el Laurel de la India y el Mucuteno, de América del sur y central, me subí a este columpio del video pensando que era para estar de pie, en lugar de tumbado, y al primer movimiento perdí el control y me pegué una costalada como las de don Quijote en la Primera Parte de su libro, ese que deberíamos leer todos al menos una vez en la vida. Ya sabemos que el origen de su locura es la compulsiva lectura de "libros de caballería", de noche y de día "y así del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro de manera que vino a perder el juicio". El caso es que las gafas de sol se fueron para un lado, el móvil para otro y yo me quedé en medio. En ese momento pasaron junto a mí unos niños de siete u ocho años y se ofrecieron a levantarme. No paraban de reír, y no eran galeotes, precisamente.
 
Voy a tener que ir asumiendo la edad, jeje, leer menos libros que no sirven para nada, salvo para ser un pobre loco como don Quijote y empezar a ver partidos de fútbol de señores o señoras en pantalón corto, programas de la televisión con políticos egocéntricos y hasta las Olimpiadas que son una cosa que me han dicho que sucede en París, la ciudad del amor. 
 
Pero mientras tanto hoy me despierto con este grito:
 

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