lunes, 19 de agosto de 2024

"Me deletreas el alma".


 
Me dijo el otro día la maestra y artista de Elche Clariola Fenoll. Ha empezado a leer mi novela "Poeta en Madrid" y quería transmitirme sus primeras impresiones. Acto seguido me recordó en su mensaje por Messenger uno de los pasajes:
 
"Amor por encima de todas las cosas.
 
Amor sin nombre. Inmaculado. Indiscreto ante las murmuraciones, inmarchitable. Amor azul. Verde. Amarillo. Rojo. Anaranjado. Añil. Violeta. Y de nuevo azul.
 
No importa por qué están ahí. ¡Taganana! Perdida en el horizonte. Blanca por dentro y por fuera. Y azul, muy azul el mar de Taganana. La espuma blanca y azul.
 
Bajé del autobús municipal. Había pocas personas sobre la arena de la playa, la soledad perdida entre los acantilados duros, feroces. Y la arena negra. Coloca a una joven que está en los huesos en un extremo. A un ser deforme en el otro. Sitúa a una pareja de enamorados dentro y fuera del agua, amándose vestidos y desnudos, unidos y separados. Tuve envidia de él. Tuve más envidia de ella. Sonreí al monstruo y a la mujer. Tuve envidia del monstruo y de la mujer con todas mis ganas. Mis ojos enfermos, casi ajenos.
 
La fotografía.
 
EL TIEMPO SIN VOZ.
 
Mis dedos, el botón, el tiempo y el miedo, la envidia y el tiempo y el miedo, la belleza. El mar sonreía y su botón rojo, pequeño, pusilánime. La espuma gris, blanca, negra, la espuma y el miedo. Como colas infinitas de infinitos miembros babeantes. Los amantes besaban la arena con sus nucas, la de él, la de ella, las nucas sin miedo. Por fin el monstruo comenzó a escribir sobre los inmensos pechos de la mujer que caían como chicles sobre la arena de la playa.
 
La fotografía.
 
LA VOZ DEL TIEMPO.
 
Os voy a hablar de otra isla amigos poetas os voy a hablar de otro sueño de ninfas y de sirenas si es que rugen los mares en un nuevo sueño y todo comienza a hacerse inanimado si es que aparece la soledad cruza rocas encrespadas la soledad asalta cárceles pletóricas de inconsciencia y lucha día a día por huir de la isla volcánica día a día de nuestro interior del miedo mi soledad es como todas pero más ciega mi soledad es dulce como los labios del amante frota sin descanso la piedra succionada de la pasión entre sus pechos mi soledad no sabe de diálogos y él me ayuda cada instante para huir con él al disparatado silencio en la distancia de la mar que ya no existe en el oasis perdido entre sus piernas que son leyendas innombrables entre sus dedos suavizados por la espera puedo hablaros de otra isla puedo hablaros de otros sueños de ninfas y de sirenas.
 
Beckett.
 
El monstruo arranca los pechos a la mujer y los lanza al mar, y continúa escribiendo sobre su incompetencia.
 
Se acercó a mí, besó mis pies y me ofreció la semilla de su vientre. Tomé con mis manos al amante ridículo y arrebaté a las nubes sus caricias.
 
Me siento sobre una roca, blanca como el mar, como el paraíso, y mientras los perros aman su lascivia y los hombres vierten el vino sobre las mesas y las piedras aguijonean mis sandalias y lo banal se tiñe de esperanza en cualquier pueblo testigo de su sudario y se desbocan mis pasiones entre las notas del último sueño, comprendo que he oxidado el viento y las palmeras y el mundo para dormir entre los brazos del amor solitario.
 
Carnaval.
 
Mi único amor. Deletreo.
 
Papá.
 
Carnaval.
 
Taganana.
 
Molloy.
 
Papá.
 
Molloy y Beckett.
 
Las palabras como chicles para definir una fotografía".
("Poeta en Madrid", 2021, Huso, pp. 36-38).
 
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Como diría Umberto Eco, el escritor lo es completamente cuando encuentra a su "lector modelo o ideal". Da igual que te lean miles o millones de personas, lo que importa es encontrar a alguien que te diga que "le deletreas el alma".
 
Como las páginas anteriores de la novela suceden en Taganana (en realidad se cuentan desde un café de Madrid), en el noreste de Tenerife, acompaño esta fotografía que hice ayer en ese lugar, y escucho la música de los dos roques de Anaga:
 

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