domingo, 4 de agosto de 2024

"La mirada de Ulises".


 
Me gusta el mundo y todo lo que ocurre en él. Me gusta viajar al pasado desde mi presente y reconocer las tradiciones y las costumbres. 
 
Me gusta ver reír a la gente y reírme con ella.
 
A partir del momento en que se supo, realmente, que la tierra era redonda el viaje dejó de existir, ya que, en un círculo, abandonar un punto implica empezar a acercarse a él. Lo lineal adquiere así una curvatura, donde los polos son tan solo una ficción, y lo circular es la monotonía. Comienza "el turismo". En "La Mirada de Ulises" del cineasta griego Theo Angelopoulos, el protagonista kafkiano A. (un convincente Harvey Keitel) ya no viaja exactamente, sino que gira sin parar. En el film el exotismo ha muerto. A. es un director de cine de origen griego (un verdadero Ulises moderno) exiliado en EEUU y vuelve a Florina (en realidad la Itaca homérica) su ciudad natal para asistir a la proyección de una de sus películas. Pero A. está en busca de otra cosa, los místicos rollos de la primera película rodada por los hermanos Miltos y Yannakis Manakis, quienes en los albores del cine recorrieron incansablemente los Balcanes, sin preocuparse de sus diferencias nacionales o étnicas, para guardar el testimonio de una región y sus costumbres:
 
¿Un intelectual se puede meter en cualquier fiesta que se encuentra por el camino y ser feliz? 
 
Supongo que todo lo que veo es una especie de circularidad auto-referencial.
 

 


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