El alma humana es un gran misterio, y eso lo dice alguien que escribe para intentar entender, entre otras cosas, ese misterio.
Esta foto me gusta mucho, hablando de misterios.
Es con Román Reyes, Catedrático de la Facultad de Políticas de la Complutense y asistente ocasional a mi tertulia. Nos la hizo Be Bartleby. Cuando la miro me acuerdo de Pasolini, al que adora Román, y de Borges, al que adoro yo.
A Pasolini lo convertí en personaje fugaz de mi última novela y a veces
pienso en una película suya, "Pajaritos y pajarracos", que me marcó en
la adolescencia cuando la vi en el cine Alphaville y me dejó
literalmente pegado a la butaca. Era el momento de las utopías y de que
no dejara de leer a Hesse, "El lobo estepario", "Siddartha", "Demian",
"Pequeñas alegrías" y "El juego de los abalorios".
A Borges lo releo de manera incansable, no solo para intentar mejorar como escritor sino para entender, precisamente, algunos de esos secretos del alma. La novela que he mencionado está, literalmente, atravesada por su sombra, hasta el punto de que al final aparece su segunda mujer en la librería de la plaza Santa Ana.
Borges, Hesse, Pasolini..., tres escritores que me enseñaron a hacerme preguntas sobre el alma humana.
A Borges lo releo de manera incansable, no solo para intentar mejorar como escritor sino para entender, precisamente, algunos de esos secretos del alma. La novela que he mencionado está, literalmente, atravesada por su sombra, hasta el punto de que al final aparece su segunda mujer en la librería de la plaza Santa Ana.
Borges, Hesse, Pasolini..., tres escritores que me enseñaron a hacerme preguntas sobre el alma humana.
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