Una tertulia de mucha calidad literaria en el Café Gijón con el escritor vasco Mateo de Paz.
Confieso que siempre me ha apetecido buscar y encontrar las claves de
las obras literarias y artísticas que son ambiciosas, complejas y tienen
muchas capas y lecturas, como sucede con "Las discípulas" (Editorial
Sitara, 2018), de Mateo de Paz, una obra pensada, vivida y escrita
durante muchos años por su autor. En un post anterior mencioné a Onetti,
Cervantes y Dick como escritores cuya
sombra observo en esta novela. Ahora me gustaría añadir que los
tertulianos (ayer en la Taberna del Gijón) siguieron con interés el
debate que mantuvimos sobre todo Mohamed el Morabet, Javier del Prado y
yo con el autor en torno a la forma y el fondo de la novela, e
intervinieron con cariño y acierto, como Juanjo, Almudena, Mariwan,
Antonio, Santiago, Isabel, Jesús, Eduardo, Pepo y los demás amigos.
Analizamos su estructura, las parejas de dobles que habitan sus páginas
(el famoso Doppelgänger), la recepción por parte de los lectores, la
evolución del tiempo, los diferentes espacios, el papel del azar y la
ley de la entropía, el sentido de la autoficción e incluso el cuaderno
de trabajo de Mateo, que recojo en la cuarta foto, hasta que todo
constituye ya parte de su cerebro y habita diariamente con él. La
riqueza de la historia se puede sintetizar en tres frases o momentos.
"En un libro de ficción había leído que las leyes de la termodinámica
señalan que uno no puede ganar en absoluto, sino que las cosas antes de
que mejoren empeoran" (p. 87). "Un escritor solo vale y significa el
tiempo que se ha esforzado en trabajar en su obra" (p. 176). "Su efecto
(de un narcótico) se prolongaría un par de horas más, y a partir de este
momento las dos vidas -la mía y la suya- terminarían mostrando que el
biombo que separa la realidad de la ficción es el mismo que está entre
el lenguaje y el silencio" (p. 341).
A lo largo de hora y media surgieron todos esos aspectos que consiguen que yo me siga divirtiendo con las tertulias y que la literatura, en definitiva, sea una fiesta.
A lo largo de hora y media surgieron todos esos aspectos que consiguen que yo me siga divirtiendo con las tertulias y que la literatura, en definitiva, sea una fiesta.
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