lunes, 27 de mayo de 2019

"Todos los recuerdos son rastros de lágrimas".

“En una ocasión me enamoré de alguien, al cabo de un tiempo ella ya no estaba. Fui hasta 2046 creyendo que podía estar esperándome allí, pero no la encontré. No dejo de preguntarme si ella me amaba o no. No obstante, nunca lo averigüé. Tal vez su respuesta fuera como un secreto que nadie sabrá jamás”.

Pocas veces a lo largo de la historia del cine alguien se ha atrevido a filmar un poema de amor como este (en realidad de desamor), desesperadamente romántico. Para hacerlo hay que amar el cine con la misma pasión que este director que nació en Sanghai en 1958, se llama Wong Karwai y rodó “2046” el año 2004.

Utilicé el espíritu de esta película para escribir mi tesis y posterior ensayo sobre Murakami. Me parece un ejemplo impecable de posmodernidad creativa, como las mejores novelas de Murakami. Y no dejaba de escuchar su banda sonora, de uno de los grandes compositores japoneses actuales Umebayashi.

Es una película difícil, de ambientes cerrados, oscuros, opresivos, que está en los antípodas del cine comercial. Desde luego no se puede ver comiendo palomitas o una Whopper y bebiendo Coca-Cola, lo mismo que no es recomendable leer a Eliot y Proust en esas circunstancias.

2046 es la habitación de un hotel en la que murió asesinada Lulú, una vieja conocida de Sanghái y que Chow (el protagonista) estuvo a punto de ocupar, pero se instaló en la 2047. Además, 2046 es el destino de los pasajeros de un tren que quieren recuperar sus recuerdos, ya que allí nunca cambia nada, pero tampoco regresa nadie.

Es una especie de ensayo llevado al cine, un poema visual, la historia de un escritor que ha renunciado al amor tras haber perdido el verdadero amor (algo que se cuenta en una película anterior, del año 2000, “Deseando amar”, también absolutamente maravillosa, llena de silencios y estados de ánimo) y escribe sobre el futuro cuando en realidad está escribiendo sobre el pasado. Su historia de amor se desarrolló en otra habitación 2046.

Es una película que está llena de transgresiones, lo que para un escritor preocupado por el futuro del lenguaje como yo es esencial. El tiempo se expande y comprime, pasan días o semanas en tan solo un segundo, y luego se detiene para presenciar la ruptura de una relación de personajes secundarios.
“Cuando quieras guardar un secreto, sube una montaña, busca un árbol, haz un agujero en él, susúrrale el secreto y tápalo con barro. Y no se lo digas a nadie”.

Porque todos los recuerdos son rastros de lágrimas".

("Cuentos de los otros", Editorial Bartleby, 2017, pp. 113 y 114).

(Anoche la poeta tinerfeña Candelaria Villavicencio, Lali, mencionó esta película en mi post de hace una semana sobre "Lost in translation". Dijo que era una de sus películas favoritas. Releo mi cuento mientras escucho la música de la película esta mañana en la que solo se habla de política, y Europa y España se miran al ombligo, como siempre. El mundo es más grande, sin duda:

https://www.youtube.com/watch?v=SgGNiX9y4nI)



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