"Justo Sotelo, lo tengo. He empezado a leerlo y me está gustando mucho".
Es lo que escribió ayer en su muro de esta red social la médica y escritora Matilde Tricarico.
Hasta el martes era una amiga virtual, pero ese día se acercó a mi
tertulia del Café Gijón y ya pude fijarme en ella como persona real y no
solo ficcional, que es lo que más me atrae de ser escritor, como le
ocurría a uno de los narradores que más admiro, Henry James. Y así
presté atención a sus gestos y
silencios, su manera "italiana" de hablar e incluso su experiencia de la
vida y el dolor como pediatra, a lo que se une su cariño y admiración
por el escritor Eloy Tizón, su profesor en un taller de escritura. Yo
también admiro y aprecio a Eloy, de quien he leído hace poco un libro de
crítica literaria comparable a los estudios más destacados que corren
por el mundo (pienso en Coetzee, por ejemplo). Matilde me dijo que
deseaba leer "Entrevías mon amour". Tan solo unos días antes, yo había
encontrado una bonita foto del libro en Internet, con las manos y el
anillo de Emma Prieto Rubio,
alumna también de Eloy. Emma me cae especialmente bien, aunque tampoco
la conozco en persona, ya que se dedica a dar clase a los niños con
necesidades especiales. Si ser profesor es la profesión más hermosa del
mundo, la más necesaria, en el caso de Emma todavía es más hermoso. Como
en el caso de Matilde también ha trabajado en el barrio de Entrevías.
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