sábado, 2 de noviembre de 2019

"Alumnas de Eloy Tizón".

"Justo Sotelo, lo tengo. He empezado a leerlo y me está gustando mucho".

Es lo que escribió ayer en su muro de esta red social la médica y escritora Matilde Tricarico. Hasta el martes era una amiga virtual, pero ese día se acercó a mi tertulia del Café Gijón y ya pude fijarme en ella como persona real y no solo ficcional, que es lo que más me atrae de ser escritor, como le ocurría a uno de los narradores que más admiro, Henry James. Y así presté atención a sus gestos y silencios, su manera "italiana" de hablar e incluso su experiencia de la vida y el dolor como pediatra, a lo que se une su cariño y admiración por el escritor Eloy Tizón, su profesor en un taller de escritura. Yo también admiro y aprecio a Eloy, de quien he leído hace poco un libro de crítica literaria comparable a los estudios más destacados que corren por el mundo (pienso en Coetzee, por ejemplo). Matilde me dijo que deseaba leer "Entrevías mon amour". Tan solo unos días antes, yo había encontrado una bonita foto del libro en Internet, con las manos y el anillo de Emma Prieto Rubio, alumna también de Eloy. Emma me cae especialmente bien, aunque tampoco la conozco en persona, ya que se dedica a dar clase a los niños con necesidades especiales. Si ser profesor es la profesión más hermosa del mundo, la más necesaria, en el caso de Emma todavía es más hermoso. Como en el caso de Matilde también ha trabajado en el barrio de Entrevías.

Eloy y yo somos muy afortunados.

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