En esta ocasión
han dado el premio Cervantes a un arquitecto que además es un buen
poeta y tiene una enorme sensibilidad. Me tomo el primer café de la
mañana y leo varios artículos de prensa hablando del bilingüismo de su
literatura, pero lo que más me interesa de Joan Margarit es lo que
piensa de la construcción literaria: "La tarea del poeta, igual que la
de arquitecto, consiste en construir una estructura sólida. Un poema
tiene que conseguir la solidez con el menor número de palabras y de esta exactitud viene su poder de consolación".
Este es el poema que leyó ayer el ministro (de turno) de Cultura cuando
anunció el ganador de este premio. Casualmente, es uno de los que más
me gustan.
"No tires las cartas de amor".
Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esa flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Transcurrirán los años. Te cansarás de libros.
Descenderás aún más
y perderás, también, la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que hayas guardado
serán tu última literatura.
Hay otro poema de Margarit que siempre recuerdo cuando aparece su nombre en alguna charla o tertulia.
"La libertad".
Es la razón de nuestra vida,
dijimos, estudiantes soñadores.
La razón de los viejos, matizamos ahora,
su única y escéptica esperanza.
La libertad es un extraño viaje.
Son las plazas de toros con las sillas
sobre la arena en las primeras elecciones.
Es el peligro que, de madrugada,
nos acecha en el metro,
son los periódicos al fin de la jornada.
La libertad es hacer el amor en los parques.
Es el alba de un día de huelga general.
Es morir libre. Son las guerras médicas.
Las palabras República y Civil.
Un rey saliendo en tren hacia el exilio.
La libertad es una librería.
Ir indocumentado.
Las canciones prohibidas.
Una forma de amor, la libertad".
"No tires las cartas de amor".
Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esa flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Transcurrirán los años. Te cansarás de libros.
Descenderás aún más
y perderás, también, la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que hayas guardado
serán tu última literatura.
Hay otro poema de Margarit que siempre recuerdo cuando aparece su nombre en alguna charla o tertulia.
"La libertad".
Es la razón de nuestra vida,
dijimos, estudiantes soñadores.
La razón de los viejos, matizamos ahora,
su única y escéptica esperanza.
La libertad es un extraño viaje.
Son las plazas de toros con las sillas
sobre la arena en las primeras elecciones.
Es el peligro que, de madrugada,
nos acecha en el metro,
son los periódicos al fin de la jornada.
La libertad es hacer el amor en los parques.
Es el alba de un día de huelga general.
Es morir libre. Son las guerras médicas.
Las palabras República y Civil.
Un rey saliendo en tren hacia el exilio.
La libertad es una librería.
Ir indocumentado.
Las canciones prohibidas.
Una forma de amor, la libertad".
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