miércoles, 27 de noviembre de 2019

"Cuando el lenguaje literario se apodera de la tertulia del Café Gijón".

Ayer por la tarde tuvimos una conversación profundamente literaria dentro de la taberna casi parisina del Café Gijón. La excelente escritora Florencia del Campo analizó con nosotros la forma y el fondo de sus últimas novelas publicadas, "La huésped", "Madre mía" y "La versión extranjera". Hablamos entre todos de los temas de sus libros y la importancia del núcleo familiar como argumento artístico y literario, pero también de la forma y el estilo de sus novelas, y sobre todo del lenguaje, la palabra esencial en la que confío para que la literatura continúe evolucionando.

Florencia y yo opinamos lo mismo sobre la importancia del lenguaje.

En "La huésped", la narradora habla de su traslado a Francia, a casa de su suegra, junto a su marido. Allí se instalan en lo que fue la habitación de él durante la adolescencia: un cuarto bajo tierra, que ella no tarda en bautizar como "el búnker". En ese ambiente, en la región nevada de Picardie, sin luz, con frío y sin dominio de la lengua, ella se propone buscar los modos para una convivencia. "La huésped" es la historia de una mujer extranjera que no comprende ni una palabra de su suegra y empieza a no reconocer a su marido, y también es el propio cuerpo de esta mujer, donde se alojan los síntomas, a modo de parásitos. En "Madre mia" la narradora nos habla de la obligación y el deseo de cuidar de su madre enferma, así como de la fuerza que la arrastra a vivir su propia vida, esa necesidad de construirse lejos de las fronteras familiares. A un lado del océano, se encuentra una madre con cáncer; al otro, una hija buscando su lugar, su identidad, su libertad. Así "Madre mía" es una autoficción sobre el dolor, la pertenencia y la familia. Por último, en "La versión extranjera" una mujer viaja a Estados Unidos a visitar a su familia, a la que no ve desde hace tiempo. Allí viven su hermano, casado con una americana, y su madre. Durante los 18 días que pasa junto a ellos, intenta reconstruir el pasado y la historia, contando dos veces la misma historia, desde el diario hasta el flujo de conciencia, tan a lo James Joyce o Virginia Woolf.

Afuera llovía sin parar, en los televisores de medio mundo se veían partidos de fútbol, los telediarios continuaban hablando de política, y unos cuantos chalados enamorados de la literatura seguían emocionándose con lo más barato del mundo, lo que no cuesta apenas dinero, la buena utilización de la palabra.

Y hasta me quedé a tomar un vino en el bar de un hotel de la calle Barquillo, y perdí el paraguas.

Llovía.




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