Una de las cosas más curiosas y
extrañas del ser humano es la de tratar de imponer sus ideas a los
demás, sobre todo las de índole moral. Es esa vieja obsesión por
adoctrinar, por la izquierda, por la derecha y el centro, desde la moral
más reprimida a la inexistente, desde la interpretación de lo bello y
lo feo hasta lo que es verdadero o falso. Son esas personas empeñadas en
convencernos de lo que es el bien y el mal, en realidad de su
interpretación del bien y el mal. Lo que
no se ajusta a su visión queda "extramuros" de lo aceptable. Los demás
son malos o buenos, golfos o ascetas, simpáticos o desagradables,
siempre desde la mirada del que vive dando consejos a los demás,
hablando de los demás, tal vez porque no tiene tiempo de mirarse a su
propio interior.
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