jueves, 7 de septiembre de 2023

"¿La habrán leído en la Moncloa y en Waterloo?"

"La broma infinita" (1996) es una epopeya cómica de ciencia ficción acerca de una película que se llama, precisamente, "Broma Infinita", con la peculiaridad de que hipnotiza al que la ve. El público pierde todos los deseos salvo de ver, repetidamente, el filme. Es tanto su poder que los espectadores mueren felices una vez vista la película. La novela cuenta la historia de esta adicción y, en particular, cómo afecta a una secta de alcohólicos anónimos y un antihéroe tenista. A medida que la novela avanza, algunos individuos, organizaciones y gobiernos, intentan conseguir la copia original de la película para sus planes maquiavélicos, al mismo tiempo que los miembros de la secta y la escuela de tenis luchan por obtener su control. El título es una referencia a "Hamlet". Las primeras palabras casi parecen dialogar con la obra maestra de Shakespeare.

Foster Wallace se suicidó un mes de septiembre, pero de 2008. Las mil doscientas páginas de esta novela andaban por casa desde 2021. Por fin las he estado leyendo este verano. Ahora me tomo el primer café del día escuchando una de esas obras de Rachmaninov que apasiona a los jóvenes pianistas.
 
Es puro romanticismo y pura juventud:
 
 
El día en el que deje de tener 20 años, aunque tenga 80, dejaré de ser yo. Si no, ¿para qué escribo, para que me digan lo guapo que soy y que mi literatura es mejor que la de nadie? El papel de un escritor es oponerse siempre al poder, del color que sea.
 
A ciertas personas les quitas el poder y el dinero y no tienen nada.
 

 

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