lunes, 11 de septiembre de 2023

"Cómo nace una obra de arte".

Anoche me quedé dormido pensando en la película que había visto a las 16 h., mi hora preferida de toda la vida, en los cines Golem, "Alma Mahler, la pasión", dirigida por el austriaco Dieter Berner, que se ha estrenado este viernes en España. Es la apasionada historia de amor entre Alma y el pintor expresionista Oscar Kokoschka. Su título original es más explícito, "Alma y Oscar". Berner (1944) es un enamorado de la relación que puede existir entre la pintura y el cine y así su anterior película fue sobre otro pintor expresionista, "Egon Schiele, la muerte y la doncella" (2016). Se trata de observar desde la cámara del director y los ojos de los espectadores en una sala a oscuras cómo el arte juega un papel fundamental para plasmar los deseos y sentimientos en su máxima expresión, y cómo el talento de un artista es capaz de "hacer" inmortal una relación destinada a terminar pronto, con sus celos demenciales, sus traiciones, pero con momentos de ternura. Esta película, muy depurada (e incluso corta) no es únicamente la génesis de algunas de las pinturas más importantes del último siglo sino pura pasión y deseo, incluso ira y odio.

Este es el tráiler:
 
Alma Schindler nunca quiso quitarse el apellido de Mahler, el mayor genio que conoció en su vida. La película empieza con los últimos instantes de la vida del músico, cuando ella ya se acostaba con el arquitecto Walter Gropius, creador de la futura Bauhaus, y antes de hacerlo con Kokoschka. Tras divorciarse de Gropius se casará con otro novelista famoso de la época, Franz Werfel. Kokoschka fue su amante durante años, relación descrita por Alma en sus memorias como "una larga y violenta guerra amorosa". El fruto de esa guerra es la obra más célebre de Kokoschka, "La novia del viento" (en la primera foto, la segunda es un autorretrato), que simboliza la lucha de los sexos, esencial en una pareja. El título original de este cuadro es "Die Windsbraut", en alemán huracán o torbellino. La mujer, que es Alma (como se cree que lo fue en "El beso" de Klimt), aparece dormida con el cuerpo echado hacia un lado y reclinado sobre el del hombre, que no duerme. Los ojos de él se dirigen al vacío desde unas cuencas profundas; su piel sobre el cráneo parece pergamino y cuelga del cuerpo en jirones, casi descomponiéndose. 
 
En la película apenas se escucha la música de Mahler, aunque este actúa como un leitmotiv ya que Alma nunca pudo olvidarle, ni a él ni a su música, que adoraba.
 
Comienza con este solo de trompeta:
 
Me gusta pensar, sentir y escribir en una sala oscura de cine.
 



 

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