"Iba a cerrar la puerta cuando dos mujeres maduras le preguntaron si podían pasar. Nora les abrió la puerta por completo. Eran las viudas de otros dos escritores célebres, Pilar del Río y Asunción Mateo, y nada más verlas María Kodama se les acercó con muestras de alegría. Daniel hizo lo mismo, y luego se dirigió a su escritorio, abrió un cajón y sacó las primeras ediciones de unas obras de Saramago, Borges y Alberti. Los tres habían pasado buenos ratos entre aquellas paredes bebiéndose su mejor vino.
Siempre defendieron los derechos humanos…, aseguró Pilar del Río observando el libro de su marido.
Pilar era una mujer hermosa, y se expresaba con una dicción perfecta. En su mirada había cierta tristeza.
Vivieron épocas diferentes, pero demostraron la misma integridad moral, añadió Asunción Mateo con una sonrisa aniñada. Yo trabajaba como profesora en un instituto y conocí a Alberti en un homenaje a Machado. No tardé en comprobar que era fácil enamorarse de él, y no solo por su impresionante presencia.
Pilar le dio la razón; a ella le había ocurrido lo mismo con su marido".
("Las mentiras inexactas", 2012, Izana, Madrid, p. 223).
María Asunción Mateo aparece, brevemente, como personaje de mi novela, al igual que María Kodama, viuda de Borges, y Pilar del Río, de Saramago. Mi idea era reunir en la librería de la Plaza Santa Ana, en la que transcurre la novela, a las llamadas "viudas" de conocidos escritores. En la novela me preguntaba si, al igual que las mujeres jóvenes se enamoran de hombres mayores y son correspondidas, podría ocurrir a la inversa, como sería el caso de la protagonista de la historia, Nora Acosta, con su alumno de la Complutense Sergio Barrios.
María Asunción Mateo acaba de publicar sus memorias en las que ajusta las cuentas con los poetas Luis García Montero, Benjamín Prado y otros escritores, que le hicieron tanto daño cuando se casó con el poeta, según cuenta a lo largo de las más de 300 páginas editadas por Berenice (Córdoba). Dejando de lado este asunto, me ha gustado la visión de un Alberti íntimo así como los comentarios sobre Dámaso Alonso, Hemingway, Umbral o Rosa Chacel (una de mis escritoras españolas favoritas). Hace unos días me enteré de la existencia de este libro en el muro de Manuel Rico, y allí escribí que lo leería ya que Mateo aparece, brevemente, en una de mis novelas. Susana Rivera, la viuda de Ángel González, lo vio y me preguntó por su título. Nos tratamos más a raíz de que yo formara parte de un tribunal de tesis en la Complutense sobre la segunda etapa en la obra de Ángel González.
Esta mañana de verano puede ser un buen momento para escuchar una de esas canciones de nuestra niñez, con la voz de Serrat y el famoso poema de Alberti:
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