Hoy don Quijote seguiría luchando contra los mismos enemigos que encontraba por los caminos de La Mancha en el siglo XVII, contra los poderosos del tipo que fuera, económicos, políticos y culturales, y a favor de los marginados de la sociedad. Contra los ladrones de cualquier condición y las instituciones injustas e intervencionistas, y a favor de la libertad de género, de raza y de religión. Hoy seguiría subiéndose en Clavileño para rescatar a las mujeres mantratadas de todo el mundo; hoy don Quijote continuaría enamorado de Dulcinea. Hoy don Quijote volvería a criticar la mala literatura que llena las pocas librerías que van quedando y los programas de televisión. No dejaría títere con cabeza de esos programas de "telebasura", de los "influencers" semi analfabetos de las redes sociales y seguramente escucharía obras como la sinfonía de Hans Rott, que tanto influyó en Mahler, y que yo escuché ayer hasta tres veces por los caminos de La Mancha.
Ni don Quijote ni yo podremos dejar de ser nunca dos románticos empedernidos:
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