Ayer el médico poeta Luis Miguel Malo Macaya recordó en su muro estas palabras que escribí en un post del año pasado, y buscó por alguna parte esta fotografía que me saqué hace mucho tiempo en el Parque San Francisco de Oviedo:
"Me los han dado de lado, inclinados, directos, bajo presión. Me han dado besos superiores, de broche, palpitantes, de contacto, besos para encender la llama, para distraer, besos nominales. Y besos con las pestañas, con un dedo, con dos dedos, besos que despiertan y demuestran. Besos del recuerdo, transferidos, lacrimosos, viajeros, al pecho y besos sin reloj, muchos besos".
A la misma hora, más o menos, me aplaudían los alumnos al acabar de darles 7 horas seguidas en un máster. Realmente terminé para el arrastre, pero no me quejé, ni ayer (me fui a los Alpes, en Moncloa, a tomarme un batido de yogourt que está muy rico) ni hoy mientras me tomo el primer café. A lo largo de la clase les hablé de muchas cosas, entre ellas de la belleza de esta vida, de mis contradicciones como ser humano y de mis muchas imperfecciones, de la búsqueda de la verdad y de ese afán que nos debería guiar a todos para vivir una vida armónica, equilibrada y feliz.
Aunque pase el tiempo la vida no es más que una historia de amor:
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