sábado, 16 de septiembre de 2023

"Bach y Pacino están en Tenerife".

Hace unos días mi amigo y tertuliano Chema Menéndez me envió esta foto desde Tenerife. Lo primero que pensé fue en su casa, en la que estuve hace poco, en una isla con sus bosques oscurecidos por las llamas, a pesar de que nunca perderá su belleza, su propia naturaleza salvaje y volcánica, ni la sensación de que viajas a otra época, al origen de la humanidad cuando paseas por los barrancos de Anaga y Masca o por el Teide. El paisaje lunar del Teide nos une a todos los que nos sumergios íntimamente en él como si fuera una especie de cordón umbilical. Algo similar a lo que me sucede con Bach. Este músico siempre me ha mirado desde lo alto, observando cómo me zambullía en la música romántica a través de Beethoven y aquella vez primera en la que escuché con 11 o 12 años el segundo movimiento del Segundo concierto de piano y seguí con Schubert, Schumann, Berlioz, Mendelssohn, Liszt, Verdi, Chaikovski, Dvorak, Brahms, Sibelius, Wagner, Puccini, Mahler (con 15 o 16 años llegué hasta él y ya me quedé en su música, en la Novena sinfonía que el compositor no llegó a escuchar y se estrenó gracias al esfuerzo de su viuda, Alma Mahler, como recoge la película sobre ella que vi el otro día en el cine) y no me olvidé de Bruckner, Shönberg, Weber, Berg, Bartók, Rachmaninov, Prokofiev, Shostakovich. 
 
Y ahí continúa Bach, observándome junto a Dios:
 
Todo esto se encuentra en el libro que Chema tiene ahora en las manos, una de mis formas de ver el mundo (las otras fotos las saqué el mes pasado en Masca, el Botánico del Puerto de la Cruz y el Teide).
 

 




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