(A mi amigo José Luis)
La vida es algo así como escribir una novela frente al mar, sentado a la mesa en un Café, como ayer por la tarde, en que se me pasaron las horas casi sin darme cuenta. A veces pienso en la cantidad de horas de mi vida que me he pasado escribiendo novelas, libros de cuentos, ensayos de literatura y economía, artículos académicos, etcétera, y me digo que si no habré perdido el tiempo. Podría haber llegado a ministro, a secretario de estado, a rector de universidad, a banquero relevante. Sin embargo, no ha sido así. Y ahora me veo escribiendo en un Café perdido de un pueblo perdido mientras las Musas se dan una vuelta por mi cerebro y me dicen al oído que me quieren. En realidad lo que me digo es que no he perdido el tiempo. O dicho de otra forma, siempre he sabido que el tiempo hay que dedicarlo a perderlo, que es precioso perderlo, con las personas que quieres, en los lugares donde has sido feliz, con los libros que te dicen algo y el cine y la música que vuelven una y otra vez a tu mente.
Sí, puede que la vida no sea otra cosa que escribir una tarde de invierno frente al mar:
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