- Sí, en varias de Madrid y algunas de fuera, incluso de España.
- Es que me encuentro a ex alumnos tuyos por ahí, y todos me hablan muy bien de ti.
- A mí también me lo dicen, dijo una encantadora alumna de Bilbao.
- Siempre lo he tenido fácil, les dije, porque mis alumnos sois muy buenos.
Sonreí y les deseé que tuvieran buenos exámenes y felices fiestas. Acto seguido bajé las escaleras en dirección al parking y me detuve frente al atardecer sobre la Ciudad Universitaria. Era muy hermoso. Me dirigí hacia Reina Victoria, y me detuve en un semáforo. Enfrente tenía la escultura de Vicente Aleixandre. En esos instantes recordé uno de sus poemas, "Se querían", de "La destrucción o el amor", de 1935. Su obra inicial es pesimista, con un ser frágil dominado por el dolor y la angustia. Poco a poco irá destacando su voluntad pese a su desvalimiento, para terminar con un canto a la juventud y una aceptación del fin cercano.
"Se querían".
"Se querían.
Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada,
labios saliendo de la noche dura,
labios partidos, sangre, ¿sangre dónde?
Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.
Se querían como las flores a las espinas hondas,
a esa amorosa gema del amarillo nuevo,
cuando los rostros giran melancólicamente,
giralunas que brillan recibiendo aquel beso.
Se querían de noche, cuando los perros hondos
laten bajo la tierra y los valles se estiran
como lomos arcaicos que se sienten repasados:
caricia, seda, mano, luna que llega y toca.
Se querían de amor entre la madrugada,
entre las duras piedras cerradas de la noche,
duras como los cuerpos helados por las horas,
duras como los besos de diente a diente solo.
Se querían de día, playa que va creciendo,
ondas que por los pies acarician los muslos,
cuerpos que se levantan de la tierra y flotando...
Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.
Mediodía perfecto, se querían tan íntimos,
mar altísimo y joven, intimidad extensa,
soledad de lo vivo, horizontes remotos
ligados como cuerpos en soledad cantando.
Amando. Se querían como la luna lúcida,
como ese mar redondo que se aplica a ese rostro,
dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida,
donde los peces rojos van y vienen sin música.
Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios,
ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas,
mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal,
metal, música, labio, silencio, vegetal,
mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo".
El interior del coche estaba dominado por el jazz de Bruce Barth, como aquella noche en París:
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