La lluvia fina mojaba la profundidad de mi piel, casi la reescribía. Mi cabello empapado dejaba caer unas gotas sobre mi rostro, y me hacían cosquillas. Me dio tiempo a viajar a la Grecia de los clásicos, y pude rodearme de estatuas y palabras. Mientras nadaba recordé toda la historia de la Filosofía, también la historia de la Humanidad. Me sequé y después puse jazz. Es su ritmo y su anárquica vitalidad que contagia mi piel y mi pelo a la vez que las gotas de lluvia se deslizan en zigzag por mi cuerpo.
Siempre Alrededor de la Medianoche:
El tiempo no pasa dentro de un local de jazz y con ella de la mano.
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