Por
ejemplo, entre las líneas de uno de mis cuentos, donde leo que Sotelo
habla con Murakami a la sombra de un olivo. Mientras tanto yo, que no
soy ese Justo Sotelo del cuento, continúo observando rostros a lo largo
de este mundo, pasando los dedos y las teclas del ordenador por las
huellas de los cuerpos, buscando interpretar las fronteras marcadas por
sus sentidos, como los países, recorriendo miles de kilómetros de carreteras
secundarias llenas de lugares secretos, casi quiméricos, que solo
conducen a mi propio interior. En ocasiones me he encontrado con Hermes,
y he recordado que Homero dijo de él que tenía ingenio y astutos
pensamientos. Era ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía
nocturno y guardián de las "puertas".
(La primera fotografía y ese dedo tan seguro de sí mismo son de Almudena Mestre, el pozo de mentira pertenece a Haruki Murakami y el de verdad a Yolanda Gonzalez Lopez,
y está en la Sierra de Francia, que como es sabido no se encuentra ni
en Francia ni en ninguna de las islas que forman Japón. La segunda
fotografía me la envió ayer por la tarde Angeles Vazquez. Me dijo que tenía pensado darse una vuelta este verano por Japón de la mano de Murakami y Sotelo).
Y así volverán a encontrarse el japonés y el español en la mente de Ángeles.
De alguna forma todos los que escribimos tenemos algo de Hermes.
Y así volverán a encontrarse el japonés y el español en la mente de Ángeles.
De alguna forma todos los que escribimos tenemos algo de Hermes.
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