Una novela para leer este verano, "Las reglas del juego", de Patricia José Alvarez.
No lo digo porque Patricia y yo nos hayamos hecho amigos después de que
estuviera en mi tertulia del Café Gijón, ni porque hayamos comido
juntos en algún restaurante castizo de Madrid. La vida es un cúmulo de
casualidades, que empezaron hace año y pico en el Casino de la calle
Alcalá, al lado de la Puerta del Sol, cuando fui a presentar un libro de
relatos de Fausto Guerra publicado por la editorial Huerga y Fierro, y Charo Fierro
me habló más de media hora de una joven, talentosa y linda escritora a
la que habían publicado una novela. Tras ese prólogo, la autora y yo nos
encontramos en un cocktail en la terraza de un hotel de la Gran Vía.
Patricia está empeñada en que el destino existe y yo le digo que todo
son casualidades en esta vida, al menos la vida que vivo yo.
"Las reglas del juego" comienza como un best seller, en la línea de la trilogía nórdica más conocida de los últimos años, con asesinatos en Nueva York, mujeres y hombres ricos y elegantes, guerras farmacéuticas, visitas a psicoanalistas, y demás, pero también es una obra de calidad que muestra las muchas lecturas que hay detrás, así como los numerosos viajes por el mundo de la autora, lo que la convierte en una novela profunda, elaborada, bien escrita, inteligente, divertida (la autora es abogada y experta en el Sistema Financiero español e internacional) y eso concede a su narración un estilo incluso cercano al escritor norteamericano actual que más aprecio, Don DeLillo.
Cosas de la buena literatura, que podría haber dicho Carl Jung (un referente en la novela, aunque por otro motivo).
"Las reglas del juego" comienza como un best seller, en la línea de la trilogía nórdica más conocida de los últimos años, con asesinatos en Nueva York, mujeres y hombres ricos y elegantes, guerras farmacéuticas, visitas a psicoanalistas, y demás, pero también es una obra de calidad que muestra las muchas lecturas que hay detrás, así como los numerosos viajes por el mundo de la autora, lo que la convierte en una novela profunda, elaborada, bien escrita, inteligente, divertida (la autora es abogada y experta en el Sistema Financiero español e internacional) y eso concede a su narración un estilo incluso cercano al escritor norteamericano actual que más aprecio, Don DeLillo.
Cosas de la buena literatura, que podría haber dicho Carl Jung (un referente en la novela, aunque por otro motivo).
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