domingo, 1 de julio de 2018

"Marguerite Duras. París. 1944".

Una cosa es la vida real de un escritor, otra su manera de escribir sobre ella y una más la película que un director de cine puede filmar a partir de esa vida.

Marguerite Duras es un icono en Francia, un país donde se ama y dignifica la cultura. Su nombre real era Marguerite Germaine Marie Donnadieu. Nació en Vietnam en 1914 y murió en París en 1996. Era hija de dos profesores de la comunidad blanca de Indochina. Se casó en 1939 con Robert Antelme, miembro de la Resistencia. En 1985 publicó su novela autobiográfica "El dolor", un año después de otra novela similar "El amante", que es la que más fama le ha dado. También ha dirigido películas.

Al encontrar unos viejos cuadernos en una caja olvidada, Duras recuerda su pasado. Cuando Robert es deportado por la Gestapo, ella se embarca en una lucha desesperada para conseguir que vuelva. El final de la guerra y el regreso de los prisioneros constituyen una espera insoportable. Emmanuel Finkiel, que fue ayudante de dirección de Godard, Kieslowski o Tavernier, no ha hecho solo una película biográfica (se estrenó en Madrid a principios de este mes en los Golem), sino que ha pretendido filmar el "dolor" que se puede sentir en cierto momento de la vida de cualquier persona.

Como es obvio, no es una película comercial, en realidad en ella casi no pasan cosas. Es un retrato del interior de esa mujer que quiere saber cosas de su marido, donde incluso se va diluyendo poco a poco el amor que pueda sentir por él, para repartirlo entre otras personas, que son casi como fantasmas en su mente. En la película únicamente se ve lo que está cerca, los segundos y terceros planos se difuminan, ya que solo pretende describir algo casi inmaterial que te va pulverizando por dentro. Duras es una escritora maravillosa y eso se refleja en la película.

Este es el cine al que uno no va a entretenerse, divertirse, beber Coca Cola y comer palomitas. La música de la película es de Ligeti y Luigi Nono, sin ir más lejos. 

Sales a la calle llena de pantallas de TV donde los partidos de fútbol se repiten y repiten, como si siempre se estuviera jugando el mismo, y piensas que en realidad todo es obra del ser humano, el cine, la inteligencia, la sensibilidad, el fútbol, las palomitas y la horchata que me tomé después, claro.

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