He escrito dos tesis doctorales, una
memoria de Cátedra y he realizado dos másteres. En todos los casos lo he
hecho por amor al arte. Siempre que me pongo a estudiar cualquier
asunto que me apasiona, intento llegar hasta sus últimas consecuencias.
No me importa el tiempo que me lleve su escritura; no pretendo sacar
dinero con ello ni que me vean más guapo. Como he dicho otras veces, mi
forma de escribir es sencilla; primero me voy a cenar un fin de semana a París y después escribo que me he ido a cenar un fin de semana a París.
No creo que los políticos sean mejores o peores que el resto de
personas; es más, me parece que, en general, están bastante preparados.
Es obvio que buscan unos objetivos y para eso consideran que deben
cumplir una serie de requisitos, entre ellos un currículum mínimamente
intelectual. Esto ocurre en todas las profesiones.
Lo que no entiendo es la obsesión que se apodera de tanta gente por tener poder, ser famosa, ganar premios o hacerse ricos. Es algo que siempre ha tenido que ver con mi idea de la libertad. Todo lo que se recibe a dedo es falso y socava la autoestima, cuya falta se ha convertido en uno de los grandes males de la sociedad actual, junto al miedo y el remordimiento, como diría Tólstoi. Y no es un eufemismo gratuito. Lo que se recibe como regalo, te hace ser más inseguro a la larga. ¿Son conscientes todos los ambiciosos, vanidosos y poderosos de este mundo que algún día se jubilarán de sus cargos, el rostro se les llenará de arrugas, se les caerá el pelo, perderán la memoria y hasta es posible que se mueran? ¿Son también conscientes de que ningún niño los parará por la calle para ofrecerles un helado?
Estoy acostumbrado a irme cuando me aburro y considero que no crezco intelectualmente. También estoy acostumbrado a decir lo que pienso, algo que suele estar reñido con la política, los centros económicos y los medios de comunicación y culturales en general, lugares que nunca entenderán las dos palabras de la fotografía.
Ese cartel lo encontré el otro día por la calle mientras me daba un paseo y me comía un helado.
Lo que no entiendo es la obsesión que se apodera de tanta gente por tener poder, ser famosa, ganar premios o hacerse ricos. Es algo que siempre ha tenido que ver con mi idea de la libertad. Todo lo que se recibe a dedo es falso y socava la autoestima, cuya falta se ha convertido en uno de los grandes males de la sociedad actual, junto al miedo y el remordimiento, como diría Tólstoi. Y no es un eufemismo gratuito. Lo que se recibe como regalo, te hace ser más inseguro a la larga. ¿Son conscientes todos los ambiciosos, vanidosos y poderosos de este mundo que algún día se jubilarán de sus cargos, el rostro se les llenará de arrugas, se les caerá el pelo, perderán la memoria y hasta es posible que se mueran? ¿Son también conscientes de que ningún niño los parará por la calle para ofrecerles un helado?
Estoy acostumbrado a irme cuando me aburro y considero que no crezco intelectualmente. También estoy acostumbrado a decir lo que pienso, algo que suele estar reñido con la política, los centros económicos y los medios de comunicación y culturales en general, lugares que nunca entenderán las dos palabras de la fotografía.
Ese cartel lo encontré el otro día por la calle mientras me daba un paseo y me comía un helado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario