Este viernes pasado Almudena
Mestre defendió en la facultad de Filología de la Universidad
Complutense su Trabajo Fin de Máster (TFM), buscando la relación entre
Madrid y mis novelas. El plano del centro de Madrid que he puesto es de
unos pocos años antes, en concreto de 1622, recordando una anécdota que
ocurrió el viernes.
Por supuesto que la lectura de Almudena fue apasionada y rigurosa, como es ella. Y además promete una futura tesis doctoral que le obligará a seguir estudiando, profundizando aún más en mi obra y en mi forma tan particular de ver la vida.
Al principio del acto público la profesora Bárbara Fratichelli, la
presidenta del tribunal, que es miembro del Departamento de Estudios
Románicos de la Facultad, se sorprendió de que el escritor objeto del
estudio estuviera allí, vivito y coleando, y vestido con un traje blanco
de lino, como el mismo Gustav Aschenbach, el músico de la película de
Luchino Visconti "Muerte en Venecia", que no es otro que una suerte de
Gustav Mahler. ¡Vaya, qué sorpresa, pero si tenemos entre nosotros al
escritor en persona!, exclamó con una mirada de sorpresa. Durante la
defensa del TFM que precedió al de Almudena, Fratichelli mencionó al
portugués Fernando Pessoa, poeta sobre el que hizo su tesis doctoral a
partir de la relación que podía establecerse entre Lisboa y aquel hombre
tan profundo y a la vez lleno de heterónimos y complejos. Ese otro TFM
se refería a unos poemas del irlandés W. B. Yeats, a la fuerte
espiritualidad latente en ellos. De alguna manera, Yeats siempre estará
vinculado a Dublín y a Irlanda, sobre todo la Irlanda de Connemara y las
islas de Arán, lo mismo que ocurre con el inmenso James Joyce, aunque
este viviera en Trieste y muriera en Zúrich.
Al terminar la defensa de Almudena, comenté al jurado que, como Yeats y Pessoa no habían podido ir, lo había hecho Sotelo.
Al terminar la defensa de Almudena, comenté al jurado que, como Yeats y Pessoa no habían podido ir, lo había hecho Sotelo.
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