Una de las
cosas que me gusta de ser escritor es contar lo que vivo, lo que amo, lo
que viajo, lo que sueño, lo que como, pero no para contar mi propia
vida (que solo me interesa a mí), sino la de cualquiera, que vive, ama,
viaja, sueña y come.
Paseando tranquilamente por el barrio, me he
parado hace unos minutos frente a "Casa Manolo", un restaurante y
cafetería donde a veces como y desayuno, al que siempre han acudido
muchos escritores, como el mítico
Neruda, cuando vivió cerca, en la Casa de las Flores. El dueño es amigo
y, al enterarse de que en mi novela "Las mentiras inexactas" aparecía su
restaurante, pidió el libro a Lola Larumbe, la dueña de la Librería
Alberti, que está en la calle de más abajo. Luego hemos hablado varias
veces de la novela, de su protagonista, Nora Acosta, una profesora de
literatura de la Complutense que también aparece por allí, o de José
Luis Sampedro, que convertí en personaje. Lo que ahora quería decir
mientras me tomo unos sandwiches en Rodilla es que el "fricasé" es uno
de los platos clásicos de la casa (en la fotografía) y que mis
personajes lo comen en más de una ocasión en la novela, como lo he
comido yo muchas veces a lo largo de los años.
En realidad, estaba pensando en el famoso recurso literario que se
conoce como "la pistola de Chéjov", que viene a decir que hay que quitar
todo lo que no tenga relevancia para la historia. Si dices en el primer
capítulo que hay una pistola colgada de la pared, en el segundo o en el
tercero debe descolgarse. Si no va a ser disparada, no debería haber
estado allí desde un principio.
Lo que puedo asegurar es que yo era más delgado antes de convertirme en escritor, jeje.
Lo que puedo asegurar es que yo era más delgado antes de convertirme en escritor, jeje.
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