¿De quién es la culpa de que los
libros hayan dejado de interesar? Esta es una pregunta que me hizo ayer
por aquí Antonio Banús, amigo y tertuliano desde hace muchos años.
Me fui a la cama pensando en ello, en el valor que pueda o no tener un
libro para tanta gente en la actualidad. Es ese momento del día tan
especial en que todo se queda en silencio. Tu chica o tu chico han caído
rendidos en la cama por el cansancio acumulado durante el día y los niños
duermen desde hace rato acompañados por la luz de la lámpara de
dibujos, encendida por si acaso. Incluso el abuelo es feliz porque los
nietos le han besado antes de cerrar los ojos. Los vecinos más jóvenes
han dejado de hablar en alto por el patio, de beber la última copa o de
esnifar esa droga que necesitan para sentirse personas. Ya nadie hace el
amor ni ve la televisión, y es entonces cuando pienso en el libro, como
amante y compañero, y su pequeña forma rectangular que nunca dejará de
alumbrar los sueños de los niños, como su lámpara encendida
permanentemente por la noche.
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