martes, 3 de septiembre de 2019

"Esa última hora del día".

¿De quién es la culpa de que los libros hayan dejado de interesar? Esta es una pregunta que me hizo ayer por aquí Antonio Banús, amigo y tertuliano desde hace muchos años.

Me fui a la cama pensando en ello, en el valor que pueda o no tener un libro para tanta gente en la actualidad. Es ese momento del día tan especial en que todo se queda en silencio. Tu chica o tu chico han caído rendidos en la cama por el cansancio acumulado durante el día y los niños duermen desde hace rato acompañados por la luz de la lámpara de dibujos, encendida por si acaso. Incluso el abuelo es feliz porque los nietos le han besado antes de cerrar los ojos. Los vecinos más jóvenes han dejado de hablar en alto por el patio, de beber la última copa o de esnifar esa droga que necesitan para sentirse personas. Ya nadie hace el amor ni ve la televisión, y es entonces cuando pienso en el libro, como amante y compañero, y su pequeña forma rectangular que nunca dejará de alumbrar los sueños de los niños, como su lámpara encendida permanentemente por la noche. 

Hay tantos libros de papel en mi vida que esta podría reconstruirse mirando solo mi biblioteca. Ahí veo una vieja edición de las "Arias tristes" de Juan Ramón, y recuerdo los años de mi adolescencia en los que siempre viajó en uno de los bolsillos de mi chaqueta.

Ahora lo hace en la de mi hijo.

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