viernes, 19 de mayo de 2023

"¿Bailamos un vals en este viernes tan bonito?"

Hay diez muchachas, pero también un hombro en el que solloza la muerte. Hay un fragmento de la mañana, pero está en el museo de la escarcha. Hay palomas, pero están disecadas, y también frescas guirnaldas, pero son de llanto. Hay lirios, pero son de nieve. El violín es también un sepulcro. Hay un vals que es al mismo tiempo muerte y es coñac. Es un deseo lleno de amor. ¿Qué ocurre si tomamos un poema de Lorca, que arregla Cohen a su manera, y yo me siento en un tablao flamenco a escuchar a Soler? Pues que puede salir esta foto mientras me tomo un café y aparece el sol y alguien me lleva a bailar un vals a Viena:

"Poeta en Nueva York" fue publicado por primera vez en México y en Estados Unidos en 1940, cuando Lorca ya había sido asesinado. El poeta llegó a Nueva York en 1929 para hacer un curso de inglés y dar conferencias en unas universidades, y la ciudad le impactó. Esta etapa representa y define su surrealismo, donde Lorca se sitúa del lado de los oprimidos, los negros, los excluidos del bienestar social, los niños. ¿Por qué me caerá tan bien este poeta? El “Pequeño vals vienés” es un poema de amor, de amor profundo y también de amor desesperado. Es una música que resuena en nuestros oídos con la pronunciación de todas las palabras. Es la plasmación de un sueño misterioso en el que van apareciendo elementos contrarios que nos hablan de amor, de belleza y de vida, pero también de muerte y de dolor. 
 
(Te) quiero, amor mío, amor mío.
 

 

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