Hoy voy a hablar de gastronomía, literatura y música.
El lunes es la fiesta de San Isidro en Madrid y con ese motivo Juan, uno de los tres hermanos dueños del restaurante de Casa Manolo, en el que hacemos las tertulias literarias desde el pasado mes de noviembre (la fotografía es de la tertulia que dedicamos al análisis de "Los inmortales", de Borges, el primer cuento de "El aleph", uno de los libros más importantes del castellano del siglo XX), habló el otro día en una radio sobre los platos típicos de este lugar que lleva abierto desde 1934 en la calle Princesa de mi barrio de Argüelles al lado de los arcos de Moncloa. Se refirió al cocido madrileño y a los huevos rotos con jamón con pimientos de padrón, a los callos a la madrileña y las mollejas de cordero (que tanto gustan a Javier del Prado y que tomó la última vez que comí con él en el restaurante), los barquillos y las rosquillas de San Isidro, tanto las listas como las tontas, con huevo y azúcar glass. En cierto momento Juan aludió a la tertulia (la entrevista es desde el minuto 95) y por eso me la envió:
En las fiestas de San Isidro son típicas "las rosquillas y las roscas", que se toman en la pradera con un vasito de agua de la ermita del santo. Si la chica acepta la rosca o la rosquilla del chico se entiende que acepta a aquel que se la regala y se inicia el galanteo bailando con él. Yo nunca me he comido dos roscas. ¿Alguien quiere bailar conmigo esta música de Boccherini una noche por las calles de Madrid?
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