Se preguntó Hölderlin en el "Hiperión". Dos siglos y medio después el escritor José Manuel Lucía Mejías nos lo respondió en la tertulia literaria de ayer por la tarde en Casa Manolo. Una ciudad fantasma atravesada por el silencio y la angustia, por la soledad y el miedo a los fusiles que atraen a la muerte. ¿Qué puede hacer la poesía en tales casos? ¿Denunciar la invasión, solicitar la libertad de la mujer, pedir la paz? La poesía también puede ser un compromiso político y social con las mujeres afganas, comenté ayer para empezar nuestra tertulia. En seguida cedí la palabra a Charo Fierro, la editora de su libro de poemas "Kabul (Crónica de un silencio)", y su presentadora, la escritora y tertuliana Almudena Mestre, que realizó un análisis en profundidad del libro.
Y comenzó a hablar José Manuel demostrando su encanto, su don de gentes, su facilidad de palabra. Y este catedrático de literatura de la Complutense nos contó la operación que llevaron a cabo para enviar 1000 libros a Afganistán (el pequeño video que grabé alude a ello, y en él no salgo yo, pero sí mi zapato), y leyó varios poemas, empezando por este:
(15 de agosto)
"Los libros permanecen interrogantes,
atrapados
en los límites cuadriculados de las cajas de cartón.
Su geografía.
Su horizonte.
Su esperanza.
Tiritan a la espera de nuevos lectores.
Mientras, Don Quijote discute con Lazarillo
bajo la atenta mirada de La Celestina,
y el puro del marido de la Regenta
sigue consumiéndose en medio del jardín,
y los negros de Harlem entonan canciones
que nunca salieron de sus labios.
Lady Macbeth se mira de nuevo las manos
que,
de nuevo,
han comenzado a sangrar.
Pero ahora es la sangre femenina de las niñas
violadas en los pupitres de sus infancias rotas.
Los libros que han recorrido kilómetros militares
no volverán a ocupar el orden de las estanterías
ni a ser leídos con los curiosos ojos de las lecciones.
Nadie recordará sus acentos ni sus palabras.
Nadie aprenderá español en la Universidad de Kabul.
Las aulas permanecen en silencio, derrotadas
por más que en las pizarras permanezcan
la confirmación de un verbo y las reglas
de la acentuación de las sílabas tónicas.
Los libros permanecen mudos.
Mudos los labios.
Han recorrido demasiados kilómetros.
Han vivido demasiadas vidas y visto
demasiadas muertes en las esquinas de los francotiradores.
La historia se repite.
Se repiten los gritos y las súplicas.
Se repite el silencio.
Se repiten las líneas petrificadas del burka
que impiden distinguir las letras, las palabras
de los libros que permanecen olvidados
en una inútil esquina en los sótanos de la Embajada.
Los libros que llegaron a su destino
demasiado tarde.
Siempre
es demasiado tarde cuando los talibanes
entran demasiado pronto por las puertas de Kabul".
La literatura es "creación", es la "construcción" de mundos, y José Manuel lo sabe. No hay por qué contar siempre en un texto lo que le pasa a cada uno en su vida privada. José Manuel ha recuperado una especie de "poesía épica" que no está de moda en este tiempo demasiado solipsista. Y la pasión desbordó las palabras de Mariwan Shall, Concepción Heras, Carmen Sogo. Y estaban María Victoria Huertas, Pilar S. Tarduchy, Oskar Rodrigañez, Juana Vázquez (casi recuperada de su reciente operación), Concha Galán, Pilar Rivera, Begoña García Moreno, Lourdes Carriedo, las dos Cármenes. En fin, mis amigos. Fue la última tertulia presencial por este curso, antes de las vacaciones de verano.
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