Me dijo mi hijo con 6 o 7 años cuando le llevaba al colegio Decroly del barrio, y mencionó a un amigo que vivía enfrente de nosotros. Quizá yo fuera más racista de lo que pensaba al referirme al amigo como el "niño negro". Después de dejar a mi hijo en el colegio me fui a la Universidad caminando lentamente, como hago siempre, y sin dejar de pensar en lo que había ocurrido. ¿Cómo era posible que el tipo que siempre ha defendido a las minorías, a los marginados, a los perdedores, y que le importan un pito las críticas de los demás, hiciera ese comentario? Han pasado muchos años desde entonces, pero aún no lo he olvidado. Hace unos días una amiga de Camerún me invitó a la presentación del libro "La luna está en Duala" de Sani Ladan, pero no pude ir porque tenía clase. Ladan es un camerunés que lleva casi 10 años dedicándose a la sensibilización de aquellas migraciones en la frontera sur de Europa, fenómeno que le afecta por haber pasado el proceso migratorio desde Camerún y llegar a España.
Hoy quiero hablar de él. O, mejor, le dejo hablar a él:
"Imagina que vives en un país que no te permite realizar los estudios necesarios para desarrollarte como individuo.
"Imagina que no tienes mayor sueño que ese, precisamente.
"Trata de imaginar ahora que, con quince años, con la mente fría y despierta del adulto que proyectas ser y el corazón cargado de los secretos e ilusiones del niño que eres todavía, te escapas de casa sin más fin que conseguir un propósito que comienza a truncarse y a volverse violento y deshumanizante desde la primera parada en el camino.
"Esta historia, tan real como lo es la injusticia en el mundo en que vivimos, es la mía.
"Me recuerdo tumbado, mirando al cielo. Incluso en esas circunstancias era imposible no apreciar la belleza de las estrellas y de la luna llena en un cielo tan limpio y despejado. Por mi mente desfilaban las imágenes de cada miembro de mi familia, de cada amigo. Conecté de nuevo con mi realidad, que había dejado atrás cuando vivimos el ataque de Boko Haram en Nigeria. En ese preciso momento quise tirar la toalla, volver a casa y reunirme con mis padres, pero lo cierto era que estaba en un lugar donde, por mucho que gritara, nadie me escucharía, salvo los que estaban conmigo, igual o peor que yo. Entonces me acordé de que a mi madre le encantaba contemplar la luna, sobre todo cuando está llena. En casa se ponía, a veces, un cubo con agua en el patio para observar el reflejo que la luna dejaba en su interior. Pensé que, en ese instante, mi madre podría estar contemplando la misma luna que yo, pero en casa, en Duala. Así que me puse a hablar con ella, o al menos eso creía, a través de la luna".
Esta es una de sus charlas desde Tarragona en Youtube:
De todo esto hablé ayer con mis alumnos del máster sobre Geoestrategia, con los que acabé casi a las 9 de la noche. Afuera, en la calle, Madrid era una fiesta, con coches que seguían pasando de un lado a otro y gente que reía en las terrazas. Como decía el escritor uruguayo Eduardo Galeano, y repite Sani al final del video, mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo.
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