A veces me subo al coche cuando el mundo duerme y me recorro las calles vacías de mi ciudad. Me acompañan viejos amigos, los de toda la vida, Mahler, Beethoven, Wagner, Puccini, Bruckner, Strauss, Schubert, Brahms, Chaikovski. ¡Ay, Chaikovski! Lo amamos por su arrebatador "sentido" de la belleza, por la sensualidad y el deseo, por la pasión y el romanticismo que nos desborda, que convertí en parte de mi personalidad desde que era un adolescente que estaba aprendiendo a mirar y a sentir. Después me enteré del verso de Gil de Biedma que decía lo mismo que yo pensaba, y seguí llevándome "la vida por delante". ¿Un Madrid desierto? El mundo jamás estará desierto para mí mientras pueda escuchar el tercer movimiento de la Sexta de Chaikovski, aquel que siempre me pedía mi hermano que volviera a poner en casa cuando éramos jóvenes y que ahora me pide mi hijo:
Aunque no haya nadie por la calle Príncipe de Vergara a las 6 y pico de la mañana y tenga que pensar en escribir un post sobre la última tertulia por Zoom por este curso con un regalo que nos hizo a los tertulianos desde Tenerife Chema Menéndez y un nuevo análisis de la Poética de un poeta que se apellida casi igual que Gil de Biedma. Tendría que hablar de mis amigos, no los de toda la vida, tan solo de la vida, María, José Félix, Francoise, las dos Cristinas y las dos Victorias, Covadonga, Almudena, Leonor, María José, Jos, Mariwán, Susana, Rosa, Elena, Francisca, Presina, Antonio, Óskar, Pilar, Juan.
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