Ayer mi amigo Javier del Prado se preguntaba, en un comentario a mi último post, a qué "sabe" mi café o cuál es el olor y el color del "amor líquido" de mis personajes, en alusión al título del ensayo de Patrick Toumba Haman sobre mi obra. Y por eso mismo me voy a tomar el primer café de la mañana de este domingo tan agradable y escribir alguna cosa siguiendo la línea de aquellos viejos debates tan interesantes y divertidos que hacían los intelectuales. ¿Dónde están hoy los intelectuales, tomando el sol en la playa y recibiendo premios y subvenciones? Escribe Javier en su comentario: "(...) Está la realidad, la alteridad con su compleja red de fluidos cósmicos e históricos y con su mágico poder de ósmosis capaz de influir en el yo que vive en su interior. Son todos esos espacios a los que damos un nombre: Alcobendas años 40, Orcasitas años 50, Madagascar, el Puerto del Pico... No es que sea un determinista puro a lo Darwin o Auguste Comte. Pero (materia sensible y mente simbólica) sí creo en aquella influencia capaz de modular el comportamiento de ese yo (...) Y, dicho eso, como escritor (yo solo puedo hacer análisis y emitir ciertos juicios sobre los productos literarios o artísticos de las personas, no sobre las propias personas) no parece que mantengas una relación muy balzaciana, flaubertiana, zoliana, galdosiana con la materia, los objetos, el paisaje. Ni siquiera con tu café que sigo sin saber a qué sabe. No podría repetir con tu obra el título que le pone Richard al estudio de Flaubert: "Sotelo y el mundo sensible". Ni siquiera, sé ni el olor ni el color del amor líquido que mana de tus personajes. El título de un ensayo mío sobre tu obra sería "Conflicto social y enigmas del yo". Ante una visión realista o naturalista de los autores que más le gustan a Javier, Balzac, Flaubert, Galdós o Zola (dejo fuera a los grandes poetas Baudelaire, Mallarmé o Verlain), en los que impera un cierto sentido del determinismo cartesiano, de la causa-efecto, y para lo que es esencial el lugar en donde naces y las personas que te rodean, defiendo una literatura no determinista, posmoderna o poscontemporánea, menos solipsista, sin olvidar que los autores anteriores, entre otros muchos, me enseñaron a escribir y entender el mundo (pero son del siglo XIX y ahora nos acercamos casi a la mitad del XXI). Este mundo no está formado por variables deterministas, como decimos en matemáticas, sino estocásticas o aleatorias. Mi forma de escribir no es solo "desde" la literatura sino desde todos los conocimientos que caben en mi mente. Para mí la literatura no es contar sin más, sino hacerlo desde el momento en el que vivimos, con los movimientos Woke, feministas, ecologistas, etc. Me interesa aplicar, por ejemplo, lo que sé de la Física, como la "entropía" de Georgescu-Roegen de la que suelo hablar siempre a mis alumnos. Claro que me afecta todo lo que ocurre en el mundo, pero procuro entenderlo para seguir progresando. No quiero que me vuelvan a contar la historia mil veces leída o a pintar el cuadro mil veces visto o la música escuchada hasta la saciedad. Tengo un cerebro para algo.
Javier termina sus palabras diciendo lo siguiente: "Uno no sube al Puerto del Pico (un lugar que me gusta mucho y del que hablo a menudo ascendiendo desde Cuevas del Valle), asienta su yo frente a la maravilla de Gredos y se pone a escuchar la Novena de Mahler. Uno llega a lo alto, mira, se admira, todo su ser tiembla de emocion ante tamaña belleza y se desmaya: Mahler no existe".
Me gusta "discutir" con las personas inteligentes y a las que quiero y admiro, y aprender de ellas, como Javier. No suelo hacerlo con las personas que no aprecio o me aburren soberanamente. Hay algo que se llama "pasión", y que me sale por cada poro de la piel y se me escapa por el borde de la página en blanco (o de la pantalla del ordenador) para terminar formando parte de la vehemente batuta de alguien como Gustavo Dudamel. Y en lo alto del Puerto del Pico, que es donde me hice la foto, escucho una música en la que veo el triunfo del humanismo, hasta llegar a creer que Dios existe:
¿Cuáles son el color y el olor de Dios, a qué sabe?
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