Siempre he tenido algo de Quijote, por eso me gusta tomarme un café de vez en cuando en la venta de Puerto Lápice y dirigir luego a Rocinante hacia el sur, pero no para vivir aventuras, sino en busca de soledad. Ahora no estoy en el interior de un cuadro de Monet ni en un museo de París; solo pretendo vivir una experiencia inmediata al nacimiento de la Naturaleza. La belleza respira al alcance de mi piel, y sé que es un refugio para la meditación y la paz. También sé que la "capilla sixtina" del impresionismo se encuentra dentro de cada persona.
Suena la música:
Esperaré al otoño para ver y escuchar a las grullas, cormoranes, aguiluchos y ánades.
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