Pero ayer me encontré esta escultura del rey emérito en el Campo de Moro de Madrid y como hacía un "día muy british", me apunté a la realeza durante un rato. Como la realeza actual con más encanto continúa siendo la británica, me puse a tararear una canción bajo la fina lluvia, ya que la marcha de Elgar siempre me ha parecido "real". A Mari Paz, la mujer de mi querido Pepe, le gustó el post que escribí ayer como recuerdo y homenaje ante el fallecimiento de su marido, y esto me hizo feliz (y también vuestros comentarios y os doy las gracias a todos). Y lo mismo le sucedió a su hija, que se llama como su madre y que fue mi alumna en la Universidad hace muchos años (cosa que no dije ayer). Estuvimos en la capilla despidiendo a Pepe, y además la misa la ofició Juan Pedro Ortuño, otro de mis grandes amigos, que, de alguna forma, aparece en mi segunda novela "Vivir es ver pasar" (1997) mezclándose con el francés Xavier Eluard y su aventura en París junto a César Figueroa, el protagonista. Todavía recuerdo cuando Juan Pedro nos llevó a Paqui y a mí por la carretera de Taganana, en Tenerife, en su Mitsubishi deportivo y descapotable tomando las curvas muy deprisa sobre los precipicios, y Paqui gritaba que se quería bajar por el miedo que pasó. Mucho tiempo después las escenas formaron parte de mi novela "Poeta en Madrid" (2021). Otro día sufrimos una especie de "epifanía" cuando dejamos atrás el mar de nubes y la lluvia de la Orotava, y de improviso salió el sol. Ese día yo me enamoré del Teide y entendí a Longino. O cuando fui a verle a Jaca, donde hacía la mili, y nos quedamos hablando toda la noche de literatura en mi pensión, porque mi tren salía a las 5 de la mañana. O me llevó por Cantabria, pues trabajaba en Santander y vimos Altamira. En ese momento me acordé de mis 6 años, cuando vi por primera vez las pinturas rupestres reproducidas en el Museo Arqueológico de Madrid, donde me llevó el colegio.
Y ahora me voy al Albert Hall:
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