martes, 13 de junio de 2023

"Vivir haciendo el vago".

Lo que más me gusta en esta vida es no hacer nada o, al menos, nada de lo que se considera "productivo". Siempre me he marchado de los sitios donde me exigían una serie de objetivos. No me gusta mandar, ni dirigir, ni por supuesto trabajar. Lo que más me gusta es perder el tiempo. En esta foto estoy el otro día en los jardines del Palacio Real. Siempre que paso por ahí pienso que debe de ser muy aburrido ser rey, con una "agenda" cada mañana repleta de actos a los que hay que acudir a partir de las 9 o algo así. Ni me gusta ser presidente del Gobierno, ni ministro o secretario de Estado (lo que me han propuesto más de una vez). Como soy curioso he aceptado algún cargo académico en mi vida, pero pronto he "dimitido". Y lo estoy diciendo en serio, aunque la verdad es que tampoco me gusta ser muy serio. Lo que me gusta es meterme en un cine y pasarme la tarde tan ricamente viendo una película de Hitchcock, Ford, Hawks o Allen, pasear sin rumbo fijo y escribir; esto es bastante divertido. Ayer me decía un amigo que le hubiera gustado ser novelista como yo, pero que sufría cada vez que se ponía a escribir. Y yo le dije que es mucho más difícil cocinar o desatascar una cañería o arreglar el aire acondicionado (el otro día me quedé pasmado observando a unos operarios que se asomaban al vacío para situar unos cables) que llenar doscientas páginas con metáforas, imágenes, símbolos y mitos literarios. Para escribir hay que vivir y vivir es lo más divertido del mundo, como pasear por el parque de la foto o el Retiro, viendo a los patos y pajaritos de los jardines de Cecilio Rodríguez, como hice el sábado, antes de acercarme a firmar mis libros a la caseta de la Feria. Estudiar y escribir, para mí, es hacer el vago porque en esta sociedad tan capitalista esto no sirve para nada. Además del Retiro, en los jardines de la foto es donde siempre traía a mis novias cuando era joven, en realidad a la parte de arriba a la izquierda, en los jardines de Sabatini.
 
Recuerdo cuando, de joven, conocí a una chica viajando en tren a Santander. Me tiré las seis horas del trayecto hablando de estas cosas. Al llegar la esperaba su novio de Santoña; los vi besarse en el andén, y olvidé el asunto porque no nos dimos el teléfono ni la dirección (en aquella época no había móviles ni redes sociales). Un mes después recibí una llamada de teléfono en la Universidad. Era ella, Isabel, que me había estado buscando dos o tres semanas a su regreso a Madrid ya que quería conocerme mejor (para qué querrá la gente ir a "First Dates", a Tinder o esos sitios). Quedamos en la puerta de Sabatini, por donde estuvimos paseando tras comprarnos un helado en la heladería de toda la vida de enfrente. 
 
El problema de esta chica es que le gustaba Julio Iglesias y a mí me gustan más los helados, jeje:
 

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