Así, apoyado en el muro, con el pueblo detrás, como si llevara todo el peso de la humanidad sobre mi espalda. En realidad esto lo diría un romántico del estilo de Lamartine, Hugo, Stendhal o Byron. Ayer por la tarde lo que me apetecía era subirme al coche y escuchar el Tristán de Wagner. Había corregido exámenes y necesitaba que el viento se metiera por las ventanillas y entrara en mis pulmones a la vez que Isolda moría de amor. Siempre he pensado que el sexo es un antídoto contra la muerte, y que si hemos amado con verdadera pasión al menos una vez en esta vida, ya seremos eternos por los siglos de los siglos. Así se puede morir de amor en el Día Europeo de la Música, cuando comienza el verano (y el invierno), morir de amor por ella.
Lo que a mí me gusta es vivir de amor:
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