El otro
día viajaba en un avión casi a la misma hora en que se repartían los
premios de la Academia de cine de Hollywwod. Desde que he leído que los
norteamericanos son los que más visitan el Museo del Prado, en Madrid,
he decidido cambiar mi opinión sobre su nivel cultural, a pesar de que
elijan a presidentes tan curiosos (la verdad es que también eligieron a
Obama, que leía a Eliot, el mayor poeta del siglo XX). En esta ocasión
estoy de acuerdo con los premios a "Parásitos", Joaquin Phoenix e
incluso a Brad Pitt. Pero lo que ahora quería decir es otra cosa, algo
sobre la última película de Woody Allen, "Día de lluvia en Nueva York",
que no tuvo ninguna candidatura, entre otras cosas porque no se pudo
estrenar en su país. No me gusta la doble moral, sobre todo la relativa
al sexo, y después de volverla a ver en el avión constaté una vez más
que Woody Allen es el mayor genio vivo que tenemos en el cine. El guión
es de una frescura arrolladora, algo bastante raro en un tipo de 85
años. Este último beso de la película del que hice la fotografía es una
verdadera declaración de amor al cine y a la inteligencia. Y lo digo yo,
que me encanta besar y que me besen.
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