A lo largo de mi vida me han
asignado todo tipo de arquetipos literarios, desde Ulises hasta el Rick
de Casablanca, pasando por Orfeo, Fausto, don Juan, Casanova o Quijote.
Sonia Carmona es una diplomática cubana que siempre me escribe frases
cariñosas en este muro, y lo hace desde La Habana. El martes pasado se
presentó en la tertulia del Gijón. Se ha reencontrado con el primer amor
de su vida y se han casado. Están de viaje por España y el otro
día se detuvo en Madrid para conocerme personalmente. Después de darme
dos besos y un cariñoso abrazo me entregó un regalo, un Quijote
articulado de madera. Y ahí lo he dejado, junto a dos de mis novelas.
Lo miro mientras me tomo el primer café de la mañana y sonrío. Quizá yo
sea más quijote que otra cosa, aunque el de verdad seguramente me esté
guiñando un ojo ahora mismo. Después de todo, y como diría Djuna Barnes,
la mítica escritora de "El bosque de la noche", el único residuo que no
se puede reciclar es la mente humana.
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