miércoles, 24 de marzo de 2021

"Tertulia on line del Café Gijón con Manuel Rico".

"Un poeta de la elegancia, de la memoria y de la defensa del bien común".

En la primavera de 2009 Manuel Rico estrenó un cuaderno. Lo hizo con un poema que, inacabado, le ha acompañado a lo largo de casi una década, "Calle Canal de Mozambique. 1963", que terminó tras estarlo escribiendo esos diez años. Era el nombre de la calle en la que vivió la mayor parte de su infancia, hasta los once años, en un barrio hoy desaparecido.
 
De esta manera comenzó la tertulia on line del Café Gijón de ayer por la tarde con el escritor Manuel Rico. Somos amigos desde hace muchos años y ambos nos admiramos intelectualmente. En mi caso siempre admiraré a los escritores que pueden estar meses o incluso años escribiendo un poema, y a los que son capaces de resumir la historia de la literatura gracias a su continua lectura y a las miles de horas de escritura dedicadas a obtener una literatura de calidad. Es lo que ha ocurrido con este poema y otros que Rico nos leyó de su libro "Cuaderno de historia" (2021, Pre Textos):
 
"CALLE CANAL DE MOZAMBIQUE. 1963".
 
"Los años nos rebelan, de pronto,
la dimensión de la ceniza. En silencio, respiran
de modo entrecortado
las calles que me hicieron
en la ciudad de estambre de los años difíciles
en que crucé niñez y adolescencia.
 
Cuando regreso, a veces,
a las calles mutadas y paseo por ellas, reconozco
comercios todavía varados en un hueco
del asombro de entonces.
 
Pero no existen los barrios que aún asoman
a los desvanes del recuerdo. Hablan
de desarrollo y bienestar
quienes sembraron capas de desmemoria
sobre las cuestas y las fuentes,
sobre la música vivida: bienestar de hormigones
de rota identidad y tapias altas,
de canciones ajenas y vocablos
desconocidos.
 
Barrio de la Alegría, agregación inhóspita
al Madrid desahuciado que vivía en los bares
un silencio de alcohol y usados naipes. Tardes
de domingo del padre y sus penurias,
de la madre incompleta y del olor
a cuero y correajes en los viejos tranvías.
 
No tengo casa, allí, a la que volver,
ni patio con higuera y altas parras,
ni mesa de trabajo, tampoco librería
de roble o de nogal
donde aguardan los libros de las tardes de siesta
el inútil retorno
de un verano confuso del sesenta y tres.
 
Vuelvo a veces al barrio con la lluvia de octubre
y sólo reconozco recovecos sin uso,
algún extraño muro y la noticia
de un momento de gozo
en el rostro aviejado de algún camarero
a punto de apropiarse
de la ancianidad y los retiros.
 
Canal de Mozambique, calle
que ya no es, que fue resol
en los inviernos secos de un Madrid estepario,
sol casi naranja y tibio en las fachadas
que -ahora lo sé- exponían su muerte y nuestra infancia
sin retorno, su noticia
de nieves y silencio, su temor a ser nada".
 
Rico es un gran escritor de la memoria y el compromiso. Sus libros, ya sean de poemas, novelas o de viajes (más de 30 en su conjunto), se detienen a mirar por una ventana que ya no existe o aquella calle hoy desaparecida, y a la vez persiguen el bien común. Almudena Mestre preguntó a Rico por la relación existente entre su intimidad y el mundo exterior donde se situó entonces el barrio de la Alegría, y le pidió que analizara la estructura del libro, e intervinieron Antonio Infante, Miguel Ángel Yusta, María José Muñoz Spínola, Francisca Arias Tovar, Mariwan Shall, Pepo Paz Saz, Javier Pérez Bazo, Javier del Prado, Mirta Amanda Barbonetti y, por último, José Manuel Rico, el joven arquitecto hijo de Rico al que no le funcionaba el micrófono y escribó por chat las palabras que he captado en la segunda foto.
 
Y Manuel Rico se emocionó.
 




 

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