miércoles, 10 de marzo de 2021

"Marta Muñiz o la dulzura del fulgor".

La escritora asturiana, que vive en León desde hace tiempo, Marta Muñiz Rueda, fue la invitada ayer por la tarde a la tertulia on line del Café Gijón. Conversar con ella es fácil porque compartimos muchos gustos, desde la música a la literatura pasando por el cine, como el de Woody Allen. De esta manera estuvo presente la belleza a cada paso, una palabra que la define bien. De su literatura, de su piano, de su libro de relatos "Anna y las estrellas", donde nos dedica uno a Almudena Mestre y a mí, el titulado "Picnic", que finaliza con "Take this waltz" y la voz de Leonard Cohen:
 
La tertulia empezó con una canción que interpretó Marta al piano (en la primera foto), ya que es compositoria y profesora de música, y que ha compuesto para su último cuento: "Madelaine o el fulgor", recogido en una antología del cuento leonés y castellano "Cuentos pendientes" (2021). Hablamos del maltrato en la pareja presente en la novela de Marta "Tiempo de cerezas", 2017, que le presenté yo en Madrid ese año. Y sobre todo hablamos de "Anna y las estrellas" (Camelot, 2020), donde la mayoría de los personajes persiguen un cambio en sus vidas, a través del amor, el arte o un simple viraje en el rumbo para mantener la emoción de la propia vida, como piensa Marta y como siempre he pensado yo. A ella le gusta la hibridación de géneros, como a mí, y también provocar una visión transversal del arte. Por ejemplo, la mujer triangular es Dora Maar retratada por Picasso. El hotel Saint Severin existió realmente y la foto original se encuentra en el Museo D'Orsay y es el hilo que hizo nacer aquella historia en la que Laura viaja en el tiempo y se encuentra con Édith Piaf y Cocó Chanel. Sobre las múltiples influencias que tenemos al escribir, yo puedo decir, me dijo Marta, que siempre leo y releo a los clásicos, aunque sea consciente de que hoy el lenguaje tiene que ser otro, pero siempre enseñan. Desde la mitología y las tragedias griegas (presentes en el mito de Eros y Tanatos de "El hombre que amaba los libros y tomaba café") hasta la de García Márquez en "El hombre que lloraba en Culiacán" o la de Cortázar en "La mujer que leía a Cortázar" y "Monólogo interior". "Márquez y Cortázar siempre me han deslumbrado", admite. 
 
Su libro trata de acercarse a la narrativa posmoderna o formar parte de ella, y me dice que está lnfluido por escritores contemporáneos como yo mismo, asegura, y mis libros "Cuentos de los viernes" y "Cuentos de los otros", Eloy Tizón, Clara Obligado, David Roas, Mar Sancho, Óscar Esquivias. Quizá también haya un poso cualitativo y cuantitativo heredado de los narradores de su tierra, subraya, Julio Llamazares, Antonio Pereira, Luis Mateo Díez o José María Merino. Tanto Asturias como León son matria de filandones y guardan como un tesoro muchas noches al calor del fuego y la tradición oral. Ella siempre ha querido ser la "Alicia" de Lewis Carroll. Deseaba que el libro terminase con una historia musical e infantil porque piensa que quienes somos lectores adultos de cuentos fuimos felices lectores de niños. Su Alicia es Monik (por una alumna de lenguaje musical), que se cae dentro de su violín para descubrir la belleza del sonido y enamorarse a través del cisne de Saint Säens:
 

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