- Me interesa cómo funciona tu subconsciente, dijo él.- ¿Para poseerme?, dijo ella.
Él se encogió de hombros y la miró con cariño.
-Mi subconsciente es como el tuyo, dijo ella entonces. Y añadió: No creo que haya grandes diferencias entre el inconsciente de una mujer y de un hombre.
- Solo quiero entender tu forma de ser, dijo él.
- Y yo la tuya, dijo ella. Soy libre para pensar como quiera y tengo una voluntad propia.
Entonces se acercó a él y lo besó.
- Te quiero, dijo ella con unos ojos sonrientes, y me gusta besarte, es de las cosas que más me gustan, pero no porque seas el chico más guapo del mundo, que lo eres.
El jueves pasado por la tarde escuché esta conversación mientras permanecía apoyado en una columna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense. Los dos muchachos se cogieron de la mano y salieron fuera. Me hubiera gustado saber cómo continuaba la charla; seguro que tenían muchas cosas que decirse, me dije. Me giré y observé las viejas fotos de las estudiantes de la Facultad en la Segunda República. Y seguí preguntándome cosas, como lo sigo haciendo ahora, mientras me tomo el primer café de esta hermosa mañana de invierno, antes de irme a dar clase a unas chicas y unos chicos a las que siempre les interesa lo que les cuento.
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