viernes, 18 de febrero de 2022

"Ay, Justo, cuánto te echamos de menos".

Atardecía ayer en la Ciudad Universitaria, amorosa, mimosamente, y en la puerta de mi Facultad me encontré a varias antiguas alumnas sentadas en el suelo. Sin mascarilla, nos reconocimos en seguida. Me paré a charlar un poco con ellas, y les pregunté cómo les había ido durante estos últimos años. Sonreían, como sonríen las chicas de veintidós o veintitrés años, con esa limpieza, y me respondieron al unísono que estaban contentas, pero que se acordaban mucho de mí, de mi sonrisa, de mi voz, de mi manera de ver las cosas. Les dije que a mí me pasaba lo mismo, que en la vida suele pasar como en la película de Clark Gable y Vivien Leigh, por eso es hermosa, a pesar de que se la lleve el viento.

Eché a andar y, un poco más arriba, me giré y observé que el sol no deseaba extinguirse y llenaba de luz la sombra de mis pisadas, a la vez que sonaba esta música, que fui tarareando durante el camino a casa, que es como el camino de la vida:
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario