Ayer pasé por delante de este restaurante que me gusta mucho de la calle Manuela Malasaña en el centro de Madrid, y donde me hice esa foto antes de la pandemia. Parece que afortunadamente vamos abriendo las puertas para que entre el aire dulce y cálido de la vida, después de estos dos años tan extraños. Afortunadamente, nunca he vivido una guerra. Lo más triste y lamentable que ha ocurrido ha sido el terrorismo, pero estoy convencido de que no se va a volver a repetir. Ante esta visión optimista de la vida, la gente suele decirme que siempre hablo de cosas alegres, algo que no es cierto del todo, ya que no soy tan ingenuo. Lo que tengo claro es que a pesar de los agoreros, los negacionistas y los apocalípticos, en el mundo pasan muchas cosas bonitas, es más, pasan más cosas bonitas que feas. Sé que el ser humano es el invento más perfecto que ha creado la Naturaleza, o, a lo mejor, el más imperfecto, pero en cualquier caso es fascinante. Y qué le voy a hacer si me gustan el arte, la literatura, el cine, la ópera, Beethoven, Mahler, las Matemáticas y el glamour. ¿Se puede vivir sin glamour, sin champán y sin los números primos? Reconozco que me gusta el Dry Martini, como le sucedía a Bond, "shaken, not stirred", y no me importa que me llamen Bond, James Bond, digo Sotelo, Justo Sotelo, porque siempre "paso" del malo y me quedo con la chica.
Y suena esta música:
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