miércoles, 9 de febrero de 2022

"La colonia que me pongo cada día".

En la tertulia del Café Gijón de ayer por la tarde hablamos de la idea del "otro", de la alteridad, a partir del pensamiento del filósofo judío Emmanuel Lévinas y de la mano del catedrático de Sociología de la Universidad de Salamanca Fernando Gil. Y ahora me tomo un café antes de irme a clase y me hago una pregunta. ¿Quién es este otro de Lévinas? ¿Cómo lo caracteriza? En su obra "Totalidad e infinito", dice que "El Otro no es otro con una alteridad relativa como en una comparación... La alteridad del Otro no depende de una cualidad que lo distinguiría del yo". La diferencia del otro no reside en que no sea como yo, porque, de esta manera, estaríamos entendiendo su diferencia desde nuestra identidad. Nuestras comparaciones con el otro suponen siempre una manera de acercarnos a él que anula su radical alteridad y por eso necesitamos dejar de compararla desde nuestro yo. La alteridad es constitutiva, el otro es el otro, no la falta de nuestra identidad. 
 
La tertulia fue entretenida y discrepamos en algunas ideas sobre la situación actual de la Universidad y esa obsesión de los profesores por lograr "sexenios" de investigación y la forma de ver a ese otro en esta época de crisis dominada por Internet. Seguramente esté cambiando el paradigma científico e incluso el humanístico (como nos comentó el filósofo Javier Gomá, director de la Fundación Juan March en una de sus visitas a la tertulia, cosa que comparto y me lleva a reflexionar sobre esta época tan curiosa y divertida que me ha tocado vivir), pero hay algo que no cambia, esa necesidad de relacionarnos, de hablar entre nosotros, de reír y sonreír. Ayer una alumna encantadora me dijo al acabar una de mis clases que yo olía de otra forma, a lo mejor porque me había cambiado de colonia. Y esto me pareció enternecedor y más interesante que la obsesión por los "sexenios" o la insistencia que tienen algunos de que se acaba el mundo porque llega el Apocalipsis. 
 
Me parece a mí que necesitamos echarnos más colonia y ponernos a cantar bonitas y románticas canciones mientras nos subimos a la noria con las personas que queremos y paseamos por la calle, y nos reímos, todos los chicos y todas las chicas:
 

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