sábado, 5 de febrero de 2022

"Las chicas siempre me han mimado mucho".

Antes de ayer dijo por aquí la profesora y pintora Marga G. Eguidazu que estoy mal acostumbrado ya que todo el mundo me piropea. Le contesté que era cierto, pero que yo no tenía la culpa. En el terreno literario, por ejemplo, varias amigas han colgado estos días en sus muros fotografías de mis libros, Zhivka Baltadzhieva "Entrevías mon amour" (2009), que veo que sacó de la biblioteca del Conde Duque, en pleno centro de Madrid, la mexicana Lilia Espinosa "Cuentos de los otros" (2017) y Almudena Mestre "Poeta en Madrid" (2021). Las fotos iban acompañadas de comentarios inteligentes y halagadores hacia mi persona y mi literatura. Un piropo especialmente sugerente lo escribió ayer Pepa Lopez Fuster, amiga de esta red social desde hace muchos años, como comentario al texto de la tertulia del Café Gijón sobre el director de cine británico Peter Greenaway, un artista que considero absolutamente vanguardista: "Quizá seas el escritor que mejor representa la cultura de actualidad, Justo, felicidades". Y es interesante porque así siento el arte y la literatura de esta época que me ha tocado vivir. Quiero estar a la última, en esa vanguardia, tanto en lo que escribo como en lo que pienso. Si desde mi primera novela "La paz de febrero" (1995) ya sabía que no podía escribir de una manera tradicional, con una importancia esencial del lenguaje, cada nueva obra tenía que ser un paso más. Yo veo la literatura y el arte como una permanente evolución. Lo dije hace unos días en la tertulia del Café Gijón como respuesta a una pregunta del escritor Juan Tena sobre el arte minoritario de Peter Greenaway. El camino que me interesa, que le interesa a Greenaway, quizá sea minoritario, pero así es el mundo de la creación. El mundo no avanza mirando hacia el pasado, sino haciéndolo hacia el futuro, y para eso hay que conocer lo que ha ocurrido antes. Lo contrario me aburre y deja de interesarme. Como es obvio, los best-sellers, los premios literarios, las fotos de Instagram, las bobadas de Twitter, etc. se encuentran entre las cosas que más me aburren.
 
Sí, desde que tengo uso de razón todo el mundo me ha piropeado, tal vez en exceso, quizá porque me han visto como un rebelde que lo cuestiona todo desde el conocimiento. Y desde luego siempre he hecho lo que me ha dado la gana. 
 
Y si soy rebelde es porque el mundo me ha hecho así, como decía aquella chica que de joven también me susurraba esto al oído:
 

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