miércoles, 15 de febrero de 2023

"Buscando nuevos caminos para el lenguaje y la literatura".

Para Austin, la performatividad se da cuando en un acto del habla o comunicación no se utiliza solo la palabra sino que esta implica una acción. La filósofa norteamericana queer Judith Butler se apoyó en Austin y formuló la teoría de la performatividad y con ella redefinió este concepto a principios de los 90, a partir del valor que adquiere en relación al género y al cuerpo. Para ello, Butler retomó también a Derrida, quien, a finales de los años 70, señaló cómo los actos del habla performativos no son ejercicios libres y únicos, expresión de la voluntad individual de una sola persona, sino acciones repetidas y reconocidas por la tradición o por convención social (por ejemplo: "Doy por inaugurada la semana de fiestas"). Para Butler el género y el cuerpo son construidos social y culturalmente, cuestionando así los planteamientos esencialistas de la "identidad". Cuando nace un bebé, decimos "es una niña", pero no se está constatando un hecho natural y esencial sino que se asigna un rol cultural y ya ese ser que acaba de nacer es considerado una "niña". Según Butler, cada uno debería ser lo que desee en cada situación. 
 
En estas cosas estuve pensando ayer por la tarde en la tertulia de literatura dedicada al escritor uruguayo Rafael Courtoisie y su libro "Hacer cosas con palabras" editado por Antonio Beneciio Huerga y presentado, maravillosamente, por María José Muñoz Spínola en el Café Casa Manolo, el emblemático lugar entre Argüelles y Moncloa de Madrid. Hacia el final planteé esta cuestión. Cristina Fernández, Almudena Mestre, Javier del Prado Biezma, Mariwan Shall, Santiago Martínez, Rafael Soler, Paco Huelva (que nos contó una preciosa historia sobre una paloma herida) y otros tertulianos intervinieron para realzar aspectos clave de la vida, como la pandemia, y de la literatura.
Y habló Courtoisie con su voz melodiosa y contagiosa, a pesar de su ronquera tras su viaje por España presentando su libro, y recitó dos de sus poemas en prosa:
 
"Meditación acerca de la naranja".
 
"Cabe en la mano.
No es su peso módico lo que asombra, ni su condición esférica
que comparte con muchos otros seres del universo (planetas
y lunas, gotas de angustia en el pensamiento) lo que primero
convoca la atención.
Es verdad que la mirada se detiene siempre en ese color tan cierto,
tan definido, tan bello, en ocasiones más vivo debido a colorantes
artificiales y conservantes potencialmente cancerígenos, tóxicos.
Uno de los aspectos más significativos de la naranja es su piel,
su piel que imita a la perfección la piel humana, sus poros, su
incipiente celulitis, su hermosura al tacto, la calidez del color que
ven los ciegos al tocarla.
Bien haríamos los videntes, quienes aún poseemos la maravilla
y el horror de la vista, en cerrar los ojos para acercarnos con las
yemas de los dedos al alma superior de la naranja, que reside en
su piel.
Busquen una naranja (esta es una buena época para encontrar los
mejores especímenes de esta fruta viva).
Cierren los ojos.
Acaricien.
Tienen un ser vivo en sus manos.
Sostienen un secreto que proviene del Jardín de las Hespérides.
Vibra sutilmente su piel, y debajo de la piel los gajos, y dentro de
los gajos el jugo, y disuelto en el jugo un pensamiento bueno, un
deseo como de vivir, de gozar, de estar despierto.
Sigan tocando: ¿sienten en el interior la presencia extraordinaria,
apretada, de las semillas?
Una constelación de naves marinas, de embarcaciones diminutas,
repletas sus bodegas de mensajes, embarcaciones que están
diseñadas para navegar lo profundo de la tierra, el humus, hasta
germinar y, con suerte, convertirse en brote, en tallo, en árbol y, al
fin, multiplicar esas tetas redondas que caben en la mano y cuyo
jugo, en el futuro, renovará el misterio de otros, las ganas de vivir,
el goce de sentir sed".
 
"Palabras olvidadas".
 
"La palabra “astrágalo”, con su soporte calcáreo y el colorido de
su esdrújula.
La palabra “colisión”, cuyas letras son víctimas de un siniestro
verbal, de un accidente en el lenguaje.
La palabra “palimpsesto”, hermosa y múltiple, medieval y
cibernética.
La palabra “paludismo”, llena de tristeza, de perfume de pantano
y de cerebro de mosquito enfermo de humanidad mental y
fiebres terrestres.
La palabra “rinocéfalo”, la palabra “aguacate”, que lejos de México
sabe diferente, la palabra “convivio”, que invita a desvestirse
para decir algo en un susurro, la palabra “colmena”, llena de
dulzura y veneno, pues ambas cosas son una sola cosa, el veneno
defiende el panal y la miel envenena la tristeza, esa constelación
de estrellitas de sombra que todos llevamos en los bolsillos, junto
al dinero y la cédula de identidad, junto a las monedas con el
rostro del héroe muerto y un número que mastica y se traga, una
y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, la inflación, los sistemas
monetarios, la mentira de los sistemas económicos, la malicia del
tiempo que todo lo acaricia y todo marchita, salvo la piedra de
soñar y la piedra de vivir, piedras que son otras palabras, parecen
simples, pero son las más bellas y raras, como frutas en la rama
más alta del árbol, al final del poema".
 
En el principio fue la palabra y la palabra se hizo carne y sé que el lenguaje se puede convertir en hechos y en acciones y debe servir para que la literatura (tan conservadora) continúe evolucionando para que evolucione la vida. Qué va a decir, si no, un progresista como yo. La música me sirve para seguir pensando en el mágico poder de las palabra, "Agnus Dei":
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario