Este año 2023 se han liberado los derechos de autor de las obras del escritor vienés Stefan Zweig y por ese motivo mañana vamos a dedicarle una tertulia literaria por Zoom, por sugerencia de nuestra tertuliana, escritora, actriz y psicóloga extremeña María Rodríguez Velasco, que hace un tiempo me enseñó Mérida y su pasión por el teatro (en la foto en el teatro romano de Mérida).
Lo que no sé si sabe María es que una tarde invité al cafetín de mi casa de Madrid a Zweig (Viena, 1881-Petrópolis, 1942), Max Ophüls (Sarrebruck, 1902-Hamburgo, 1957) y Franz Liszt (Raiding, Imperio austríaco, 1811-Bayreuth, 1886), y la pianista Dora Deliysk (Pleven, Bulgaria, 1980) tocó mi viejo piano de finales del XIX construido en Barcelona:
Estuvimos hablando de "Carta de una desconocida", la historia de aquella mujer enamorada de un hombre que nunca se acordará de ella. Según nos contó Zweig ella le dijo que solo quería hablar con él, decírselo todo por primera vez. Tenía que conocer toda su vida, que siempre fue la suya, aunque nunca lo supiera. Solo él sabría su secreto, cuando ya estuviera muerta y ya no tuviese que darle una respuesta; cuando esto que ahora le sacudía con escalofríos fuese de verdad el final. Ophüls nos habló entonces de la forma en la que rodó la película cuando adaptó la novela . Zweig y yo sabíamos que pocos directores han movido la cámara a lo largo de la historia con la elegancia, la naturalidad y el conocimiento del director alemán, siguiendo aquí a Joan Fontaine y Luis Jourdan. Y en la película el escritor de la novela es un músico que no deja de tocar "el suspiro" de Liszt, pero la historia no cambió. Al principio de la novela y de la película el escritor o músico recibe en su casa una misteriosa carta que le remite una mujer desconocida. Le confiesa su amor, un amor que resistió el paso del tiempo y el desdén del propio escritor, que no se percató de su existencia. La mujer "revela" así los momentos más relevantes de su vida, condicionada por ese amor desde que por primera vez cruzó su mirada con la del escritor, cuando ella no era más que una niña. Zweig y Ophüls sabían, como también lo sé yo, que es el eterno tema del amor, un amor sin límites y sin tiempo. Ese amor enfermizo de una niña que crece y envejece alimentada por una esperanza que no se cumplirá.
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