lunes, 20 de febrero de 2023

"Esperando a Godot", de Beckett.

Ayer por la tarde fuimos a esperar a Godot. En el patio de butacas estaba Justo hijo celebrando la vida con su amiga Zhenya (se los ve en la segunda foto, y también a Paqui). Beckett recibió el Nobel de literatura en 1969, pero no acudió a recibirlo (como Bob Dylan, del que puse ayer una canción en esta red socal). Años después regalé una de sus novelas, "Molloy", a un amigo, su madre se la quitó y la rompió por blasfema.
 
Está claro el motivo por el que este irlandés nacido en Dublín y que fue secretario de Joyce siempre me ha caído bien. 
 
"Esperando a Godot" se estrenó en 1953 y es una de las máximas representaciones del teatro del absurdo y del existencialismo. Son dos actos protagonizados por Vladimir y Estragon, dos vagabundos que esperan la llegada de Godot. Aunque la trama parezca no tener ninguna acción relevante, lo cierto es que no deja de ser un reflejo de lo absurdo de la vida, donde cada día es exactamente igual que el anterior y nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Supuso un revuelo en la época ya que apostaba por un teatro nuevo, diferente y en el que aparentemente "no pasaba nada", con conversaciones que ya han tenido lugar y un estado como de ensoñación constante en el que los personajes no saben si lo que viven es real o soñado. Realizan acciones breves y absurdas que les sirven para rellenar su tiempo, su espera, en las que se incluyen juegos de sombreros que tienen un cierto aire a varias obras de los Hermanos Marx y Chaplin. Godot tal vez sea Dios ("God" en inglés) o una bota ("godillot" en el francés coloquial). El árbol simboliza la condena a la que estamos sumidos los humanos. Los personajes se plantearán la posibilidad de usar las ramas del árbol para suicidarse. Pero además simboliza la redención ya que, en el segundo acto, al árbol le han salido hojas, es un árbol con vida. También está el espacio vacío con un camino; nadie sabe de dónde viene el camino ni a dónde va. Ni siquiera los personajes saben dónde se encuentran. Y está el anochecer, ya que la caída de la noche es algo inevitable y que ocurre día tras día, una noche que simboliza la oscuridad, la dificultad para poder encontrar la salida a este ciclo eterno que nos hace repetir día a día lo mismo.
 
Escucho atentamente:
 
"Hemos acudido a la cita, eso es todo. No somos santos, pero hemos acudido a la cita. ¿Cuántas personas podrían decir lo mismo?"
 
"¿No ha terminado de envenenarme con sus historias sobre el tiempo? ¡Insensato! ¡Cuándo! ¡Cuándo! Un día ¿no le basta?, un día como otro cualquiera se volvió mudo, un día me volví ciego, un día nos volveremos sordos, un día nacimos, un día moriremos, el mismo día, el mismo instante, ¿No le basta?"
 
"Todos nacemos locos".
 
"La llamada que acabamos de escuchar va dirigida a la humanidad entera. Pero en este lugar, en este momento, la humanidad somos nosotros, tanto si nos gusta como si no. Aprovechémonos antes de que sea demasiado tarde".
 
"Siempre encontramos alguna cosa que nos produce la sensación de existir".
 
"¿Habré estado durmiendo mientras los otros sufrían? ¿Estaré durmiendo en este momento? ¿Qué diré mañana, cuando crea despertar, de este día?
 
"Hay tiempo para envejecer".
 
La obra de Beckett no solo ha ejercido influencia en otros escritores como John M. Coetzee, Harold Pinter, artistas plásticos como Bruce Nauman, Bill Viola, Philip Guston o Jasper Johns, coreógrafos como Maurice Béjart, Pina Bausch, sino también en la música de los más destacados compositores como Roman Haubenstock-Ramati, Luciano Berio, Pascal Dusapin, John Cage, György Kurtág y Peter Eötvös.
Ahora me tomo el primer café de este día. Va a hacer un bonito día. Suena Purcell y baila Bausch:
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario