Lydia Tár es una mujer norteamericana, lesbiana y triunfadora, una directora de orquesta y compositora, tanto de música clásica como de bandas sonoras, que ya ha logrado todos los premios posibles. Está casada con una violinista alemana de prestigio y, con ella, ha adoptado a una niña. Viaja en avión privado de Nueva York a Berlín, conduce un coche de lujo, como lo es su propia vida. Se aprovecha, sexualmente, de las jóvenes que le gustan y que quieren triunfar en el mundo de la música, como se aprovechó de la que luego fue su mujer para lograr ser la directora titular de la mítica Filarmónica de Berlín. Y es déspota en su trabajo.
Pero es un genio.
Llevo unos días dando vueltas a esta película dirigida por Todd Field e interpretada por Cate Blanchett, que vi el domingo por la tarde en los cines Princesa. Estos días escucho la integral de las sinfonías de Mahler, lo que hago varias veces al año, desde que lo descubrí con 16 o 17 años. La música que se escuchaba en España me aburría, tan folclórica y casposa (lo de charanga y pandereta de Machado) y ya me sabía de memoria la línea que arrancaba en Bach, seguía con Mozart y Beethoven, Schubert, Schumann y Brahms, Verdi, Wagner y Puccini, y llegaba a Profofiev y Shostakovich. Y en aquel momento apareció Gustav Mahler y se quedó. Me siento en la fila 6 de la sala 6, y Lydia Tár se pone a hablar de Leonard Bernstein y de Mahler y Alma, y yo no doy crédito. Aquello es cine inteligente. ¿Qué cosas, verdad? Tár presume de haber dirigido las cinco grandes orquestas norteamericanas. Ha grabado la integral de las sinfonías de Mahler, con la excepción de la Quinta, la que considera más misteriosa del compositor (Mahler la escribió tras conocer a Alma), y su intención es hacerlo en Berlín. Esta sinfonía se escucha a lo largo de toda la película, desde aquel inicial "solo" de trompeta que siempre me ha fascinado, pasando por el adagietto de "Muerte en Venecia" hasta llegar al apoteósico final (también resulta relevante en la película el Concierto para celo de Elgar que, curiosamente, también he vuelto a escuchar estos días, pero no voy a decir porqué). Es una película tan hipnótica como incómoda y se la ha tachado de antifeminista y lo contrario, como heredera del Me too, además de defensora de cierta crítica contra los músicos y artistas blancos, heterosexuales y machistas, de Bach a Domingo y Levine, pasando por Beethoven y Mahler (la segunda escena de la película es esencial). Yo incluiría a Woody Allen y a todos los que representan la llamada "cultura de la cancelación". Desde luego que Field se lo pone un poco difícil al espectador convencional, al situar los títulos de crédito del final al principio, o dedicar más de diez minutos a la entrevista comentada con público donde Lydia Tár da una lección sobre cómo interpretar la música, con las manos y con la piel, en la que aparece la relación de Mahler con Alma y Gropius, las clases magistrales de Bernstein, etc. Es cierto que, con el rostro de Cate Blanchett, la película puede llegar a todos los circuitos, aunque sea poco comercial. Blanchett se está llevando todos los premios, y los críticos de Nueva York han puesto la película por las nubes (tres señoras de mediana edad que estaban en la fila 5 del cine la criticaron con dureza y estoy leyendo opiniones para todos los gustos).
En estos dos minutos se resume la esencia filosófica de la película, sobre una mujer que no existe o sí:
Este es un tráiler más convencional:
Y esta es la "Quinta" de Mahler dirigida por Bernstein. Seguro que estaba en la cabeza, y en la piel, de Todd Field cuando escribió el guion de su película, como me ocurrió a mí al escribir mi novela "Poeta en Madrid":
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